martes, 18 de diciembre de 2018

Trampas para búfalos de David Mamet



David Mamet; La ciudad de las patrañas
Ed. Debate, Madrid, 1997

La ciudad de las patrañas es el tercer título que publica la editorial Debate del dramaturgo norteamericano David Mamet (1947). Le precede su única novela, Esa gente tranquila, un texto en apariencia poco «mametiano», aunque sus artículos muestran que Mamet es capaz de pasar tantas horas en una timba de póquer o acodado a la barra de un café, como agazapado tras un árbol, en un bosque nevado, a la espera de un ciervo. Su teatro parece que tenga una relación mayor con aquél, la novela sin duda con éste. Le precede también otro volumen misceláneo, Una profesión de putas, que reúne cuatro libros variopintos, de los cuales Escrito en restaurantes ya había suscitado algún interés cuando apareció en 1989 editado por Versal. El volumen ahora publicado podría ser una perfecta continuación de este último, e incluso podría titularse «escrito en el café que hay enfrente del teatro mientras se está representando una de mis obras y nadie sabe las trampas para búfalos que me han tendido y que he logrado superar para que esto ocurra en este mismo instante». O algo así.
   Creo que David Mamet es hoy un autor conocido: a alguien que no lo fuera no se le traducirían esas cosas menudas que son los artículos en prensa. En escena he conseguido ver algunas obras suyas: American Buffalo, Duck Variations, Oleanna... siempre en salas alternativas, de humilde aforo sobre el que pesa una entrada aún más humilde; siempre a la Sombra del Espectáculo —como escribiría el propio Mamet. He leído las traducciones de dos o tres obras, todas ellas al catalán. ¿De dónde procede, pues, ese conocimiento? La respuesta es fácil: del cine, desde el guion de «Los Intocables» o «Casa de juegos» hasta la reciente [1997] versión cinematográfica de American Buffalo. El estreno de esta obra en Broadway, en 1977, supuso un antes y un después en el teatro norteamericano, y algo de eso pude sentir una noche en la desangelada sala donde un grupo llegado del interior de Cataluña se dejaba la piel representándola. Nada de eso, sin embargo, se traspasa a la película, una cinta que simplemente está bien.
    Los artículos de prensa de Mamet tratan tanto del mundo del teatro como del teatro del mundo. Las dos cosas las hace con gracia e ingenio, y a veces incluso descubre alguna clave de su obra.
   Hay dos rasgos que caracterizan su teatro: el realismo lingüístico de los personajes y la existencia de una estructura temática oculta sobre la estructura aparente que solo al final se descubre. Como ocurre en American Buffalo, una trama de bajos fondos que la última escena convierte en una simple y maravillosa historia de amor. Escena que falta en la película, que se queda solo con el aire de los bajos fondos. Este tipo de estructura es, por cierto, habitual en el barroco español, recuérdese, por ejemplo, el soneto de Góngora «Cosas, Cebalda mía, he visto extrañas...». La misma trampa gongorina nos aguarda al final de las obras de Mamet.
    Sobre la otra característica, La ciudad de las patrañas ofrece una pista interesante. Al hablar de cierto autor descubierto en la adolescencia, apunta: «Era toda una sorpresa que la vida que yo conocía pudiera constituir un tema literario». Y esa misma sorpresa la lleva Mamet hasta las últimas consecuencias artísticas en su teatro; y también hasta el último extremo de lo personal en sus artículos. Y eso los convierte en únicos, pues no hay muchos escritores que para criticar las vanidades humanas estén dispuestos a contarnos cómo llevan a los sastres más caros de Nueva York sus viejas ropas para que las copien y «así poder mantener el estilo y la pureza espiritual de mi juventud». Aunque tal vez sea un simple farol, una trampa para búfalos —¿los lectores?— aún más vanidosos.

[Clarín nº 9. Mayo-junio de 1997]

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