domingo, 19 de abril de 2020

Viaje a Suecia



Lars Gustafsson y Agneta Blomquist. Imágenes de Suecia
Nórdica, Madrid, 2018. Traducción de Neila García

Estoy harto de permanecer en casa. He decidido largarme, sobre todo después de encontrar un viaje con un precio muy apañado. A Suecia. A contemplar la primavera nórdica. El deshielo. Las legañas de una naturaleza que se despierta después de un intenso invierno. Desplazamientos, hoteles, comidas y gastos fungibles, incluida una pareja de guías turísticos, todo por 19,50€. Si alguien lo duda, aquí tengo el tíquet. Expedido por la agencia de viajes más completa que conozco: la Compañía Central Librera, SL.
     Suecia es un enorme rectángulo orientado sur-norte. Cinco veces más largo —dos mil kilómetros— que su anchura. Para recorrerlo cuento con la ayuda de dos escritores que admiro. Después de saludar a Agneta Blomquist, le cuento mi propósito. Quiero asistir a la llegada de la primavera en Suecia. A ella se lo digo sin tanta sintaxis: «Våren ja» (Primavera, sí), y Agneta me responde: «Ja, så härligt!» (Sí, ¡que maravilloso!). No he podido leer ningún libro suyo porque aún no los he visto traducidos, pero sigo su página de Twitter. El traductor automático me cuenta más o menos lo que va opinando sobre cuanto ocurre en Suecia, pero cuando Agneta transcribe algún verso los viernes (en el #lyrikfredag) me vuelve loco tratando de comprender el galimatías que me propone como traducción. Hablamos un poco de quiénes somos y descubro que ha sido, como yo, profesora de bachillerato. Eso aumenta la simpatía que ya siento por esta escritora de gesto dulce. Las noches de Santa Lucía, el 13 de diciembre, antiguo solsticio en el calendario juliano, mientras muchachas angelicales, ataviadas con túnicas y coronas de velas, cantan sublimes melodías a sus conocidos; sus alumnos, como final de fiesta y algo mareados, acudían de madrugada a cantar bajo su balcón. Enternecedoras criaturas, pensaba el marido de Agneta.
    Hemos hablado también, cómo no, de lo que tenemos en común todos los habitantes del planeta: la pandemia. Me cita dos versos magnéticos de Gunnar Mascoll Silfverstolpe (1893-1942), el poeta de la luz íntima y de las sensaciones cotidianas: «Det var den tid, då varje timma ägde / en egen kraft, som måste vinnas ut» («Era la época en la que cada hora tenía / una fuerza única que debíamos hacer nuestra»). Silfverstolpe (o Pilar de Plata, como le llama el traductor automático) habla en el poema que los versos cierran de los días finales del verano ante la incertidumbre del largo y lúgubre invierno por llegar; pero resultan luminosos también como receta para este momento, tal como sugiere Agneta: «Det är nog ändå så man måste tänka nu, för vi vet ju inte vad som kommer att hända!» (Es posible que todavía sea así como tenemos que seguir pensando, ¡porque no sabemos lo que sucederá!) Es decir: entregándole a cada hora del encierro el valor de la fuerza del presente con el que la vivimos ante la incertidumbre.
    Lars Gustafsson (1936-2016) es mi otro Virgilio en la visita. Tal vez sea el más carismático de los escritores suecos del siglo XX. Su desaparición hace pocos años supuso una tragedia para la vida cultural sueca. No solo ha escrito inestimables novelas (once han sido traducidas al castellano) y libros de poemas, sino que sus intervenciones constantes a propósito de cualquier acontecimiento nutrían también el pensamiento del presente. En el recorrido por Suecia guiado por su sabiduría no va a faltar, por lo tanto, una visión crítica. Por ejemplo, de los idílicos bosques y su salvaje deforestación. O sobre la destrucción del patrimonio urbano heredado para dar paso a una modernización trivial. Su crónica del presente se entrelaza con la crónica de los hechos que marcaron su generación, como la defensa de la tala de olmos en Kungsträdgården, Estocolmo, en 1971, un hito en la lucha por el respeto humano al medio ambiente.
    He decidido ir a Suecia esta primavera porque para un mediterráneo me ha parecido un tiempo más benigno, pero lo que realmente fascina del norte, sobre todo en las series de televisión y en las películas escandinavas, es el invierno. Anoche vi, para ambientar el recorrido, ese sobrecogedor retrato de la vida rural en el norte de Suecia: «Så som i himmelen» (Tierra de ángeles, 2004). Aunque, puntualizan mis amigos: «en realidad tampoco la oscuridad es total: la nieve lo alumbra todo… y, además, en verano esa mágica tierra del sol de medianoche permanece iluminada todo el día». Y ya puestos, como vea que no se aclare la cuestión vírica, me quedo en Suecia el verano y aguardo ahí el blanco invierno: al menos tendré una hermosa razón para no salir de casa.


[Inédito]

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