viernes, 25 de octubre de 2024

Presentación de «Año sabático o novela de un ocioso», de José Manuel Benítez Ariza






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Año sabático o la novela de un ocioso es un extraordinario intento de atrapar el tiempo. Quizá esta sea, en modo figurado, una característica inherente a toda buena literatura. Por el volumen del volumen que presentamos hoy, se diría que en este caso lo es casi de modo literal. José Manuel Benítez Ariza, poeta, novelista, crítico, traductor, acuarelista, ahora como diarista ha construido una obra sobre la arena del tiempo y ha convertido en escritura su progresivo desmoronamiento. Este es el único propósito de Año sabático. Un libro que no ha sido escrito para dejar constancia de nada, ni para testimoniar ninguna época, porque en la tarea de dibujar el itinerario del tiempo resulta trivial cualquier pretensión de registro o de constatación. Tampoco es un libro escrito para contar lo vivido, sino algo radicalmente distinto como lo es el hecho de que se haya vivido y se haya escrito en el curso de la misma vivencia. Porque vivir y escribir son, en este libro, una misma acción, no dos actividades consecutivas. Vivir es escribir, sin que haya otra opción de vida ajena a su escritura. Este es el sentido profundo de Año sabático, su condición de tiempo atrapado en el instante de ser vivido y que por haber sido escrito se desmorona ante los ojos del lector en el mismo proceso en el que se desmorona el tiempo vivido. En una lectura que ni siquiera se preocupa por recuperar ningún tiempo perdido, al contrario, la pérdida contiene en su seno la exacta dimensión de la existencia. Año sabático no es un retrato realista de la realidad, es el esfuerzo colosal de la escritura por erguirse en rival del tiempo. José Manuel, ¿qué es más importante, vivir o escribir?

 

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Hay que empezar a leer este libro por el título y el subtítulo, pues ambos ocultan algunas claves de las intenciones del autor. Entre los dos barajan tres conceptos relativamente complejos. El primero es el título, Año sabático. En su sentido literal, este lema acoge el asunto del libro como novela. Un año sabático es aquel en el que a uno le liberan de sus horarios laborales y puede dedicarlo por entero a sus intereses. Es lo que se cuenta, un año, doce meses, múltiples días de un tiempo dedicado por el autor en exclusiva a sus intereses: que contienen todos los de una vida contemporánea, menos un horario laboral. Ahora bien, en sentido simbólico, el tiempo sabático remonta lo circunstancial de esta denominación y adquiere la categoría de esencia. Este libro refleja la vida verdadera de la vida de su autor. En ella no solo hay viajes, visitas, paseos, también existen múltiples momentos con problemas domésticos o de tránsito por la ciudad que parecen perecederos. Y no lo son porque el concepto de vida sabática engloba todo, gozos, penurias y preocupaciones, que la escritura convierte en la verdadera vida del autor, objetivo prioritario de la comprensión literaria.

En el subtítulo hay otro concepto que me atrae poderosamente. El libro lo es de un ocioso. Obviamente sus 834 páginas de escritura descartan taxativamente el sentido literal del término. Lo ocioso del libro remite a otro ámbito. Lo opuesto de un autor ocioso es un autor diligente, sin ningún año sabático por delante. Es decir, aquel para quien la literatura forma parte de su horario laboral: busca asuntos en la sociología del presente, se dirige a un público con un producto para que lo compre, escribe lo que los lectores quieren leer, incluso con tantos por ciento regulados, un poco de violencia, algo más de sexo, un aderezo de finanzas. Me detengo en esta descripción para definir de modo preciso la condición ociosa: el escritor que no escribe para cortejar compradores, sino para seguir y descubrir su propio y personal camino creativo. El propio Benítez Ariza describe lo ocioso mejor que yo, en la página 622 leo: «No es lo mismo –y no hablo ya de méritos— lo que hace el íntimamente obligado a rendir cuentas de sí mismo y de su mundo..., que quien se sienta ante la misma pantalla para pergeñar una nueva aportación a la industria del ocio». Más claro el sentido de ocioso, imposible.

Y aún existe un tercer concepto inquietante en el título, el que a este diario de un año se le denomine «novela». Pero esta cuestión prefiero que sea el propio autor quien nos la explique. José Manuel, ¿tu libro, es diario o es novela?

 

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Al revisar lo que se cuenta en el libro, que no es precisamente poco, veo que es susceptible de ser organizado en tres tipos de asuntos. En primer lugar, los que aparecen con una frecuencia alta en las entradas del libro. En segundo, los que siguen un tratamiento consecutivo en el curso de la lectura. Y en tercer término los que son tratados de modo singular en un único fragmento de las más o menos mil entradas que tiene el volumen.

Las del segundo tipo son evidentes en los viajes, pero también en algunos problemas domésticos que no siempre se solucionan en un día, como el nido de abejas que se formó en un hueco de la persiana del balcón. Y que deja abejas sueltas por la casa durante casi todo el libro.

Más interés crítico tienen las otras dos modalidades de asunto, la constante y la fortuita, porque andan de la mano en todo el conjunto. Los asuntos que se repiten son, a su vez, también de dos clases diferentes. Por una parte, aparecen los que se relacionan con hábitos cotidianos, como las muchas y diversas anécdotas del viaje en autobús al que casi a diario sube el protagonista de este Año sabático y podrían haber formado un libro por sí mismo, una suerte de Viaje en autobús de línea en la estela del que escribió uno de los maestros de Benítez Ariza, Josep Pla. O las constantes referencias al clima o a las características de la estación en la que se escribe, que también darían para un pequeño tratado sobre la materia. Pero hay otro tipo, más interesante, de asuntos recurrentes, que son los temas que atraviesan el libro de principio a fin. Los más relevantes son la conciencia del envejecimiento y las reflexiones sobre el oficio de escritor, por una parte, la crisis económica y las librerías, especialmente las de viejo, por otro. Y en un apartado menos específico, pero más lírico: las poéticas, el recurso a la memoria y la auto-ironía, es decir, la afición a descubrir el humor que se oculta en múltiples situaciones, pero con uno mismo como sujeto de la chanza, no los demás. Lo significativo de este recuento de asuntos no es el listado en sí mismo sino el modo de relacionarse unos con otros, especialmente los tipos primero, el constante, y tercero, el fortuito. Ese cruce de los motivos de fondo con los motivos circunstanciales crea la trama novelística del diario y es la puerta de entrada al efecto de adicción que provoca la lectura de este libro, que felizmente no se acaba enseguida. El epicentro de esta conjunción galáctica de asuntos es un personaje principal o eje de la galaxia, el yo que escribe, en cuyo ser no cesa el lector nunca de adentrarse mientras el yo va narrando infinitas peripecias; no suyas, sino de la vida real. José Manuel, ¿qué aspecto de tu vida en los años de escritura del libro decidiste no contar?

 

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En la coda a una entrada escribes: «Todo esto sucedió el jueves pasado. Lo anoto antes de que se me olvide. La memoria de uno tiene mucho, también, de mapa hecho de parches». Otro cruce interesante del libro es el que se produce entre el mapa y el parche. No está lejos este Año sabático de la metáfora cartográfica. Hay una profunda unidad en el dibujo, que procede de la marca de un estilo literario cuajado en una obra extensa y generosa en cuanto a géneros y registros, que son también los que utilizas mezclados en el conjunto, hay piezas de brillante narrativa, otras de sobrecogedora poesía y múltiples de lúcido ensayo, tanto literario como filosófico o histórico. Pero, por otra parte, el conjunto no deja de ser una monumental costura de parches. Cada uno del millar de textos que lo forman, desde los que ocupan pocas líneas hasta los que se extienden por varias páginas, no deja de ser un parche que el lector, sin embargo, lee como una pieza única, como mapa de un mismo territorio, como parte de un único traje sin ningún remiendo. José Manuel, ¿qué papel ocupa Año sabático en el conjunto de tu obra, que recuerdo ahora a vuela pluma: 14 títulos de poesía, 5 novelas, 4 compilaciones de relatos, 7 libros de ensayo y otros 7 de géneros diversos, diarios, aforismos... ? ¿Es un libro más o le otorgas un protagonismo especial?

 

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Este Año sabático lo publica Polibea, una entrañable editorial independiente, dirigida por Juanjo Martín Ramos, a quien le encanta acompañar a sus autores, le hemos escuchado presentar a sus autores desde esta misma silla en múltiples ocasiones. También estaba previsto que lo hiciera hoy, pero se ha interpuesto una fortuita confabulación de fechas y no ha sido posible, aunque desde el principio del acto tengo la impresión de que Juanjo nos acompaña, con los ojos pendientes de todo lo que decimos y sin ahorrarse ni una sola sonrisa en el camino. En las solapas de Año sabático aparecen enumerados los dos últimos títulos de libros en prosa que he publicado, curiosamente, también dos diarios. He de confesar que mi poética, que siempre he sentido muy próxima a la tuya, aunque la formulara con términos opuestos, como voy a hacer ahora, llegaba al diario después de varias décadas de escritura huyendo de reflejar, como principio literario inalterable, cualquier aspecto autobiográfico. El diario no ha sido para mí una capitulación, sino una necesidad de regeneración, de escribir en un género que nunca había practicado. Se da la coincidencia de que este magma diarístico tuyo, el primero con esta potencia de escritura autobiográfica, llega en el mismo momento de tu bibliografía que en el mío, porque más o menos hemos publicado un número muy parecido de libros y además en las mismas editoriales. Pero la diferencia es que tu poética ha sido, desde el principio, autobiográfica. Es decir, el germen diarístico está en tu poética desde el inicio, pero has esperado cuarenta años de vida literaria para permitir que germinase. De hecho, mientras escribes el diario trabajas en una novela biográfica que retrate tu experiencia juvenil en el Madrid de la Movida. En la página 654 incluso conviven ambas escrituras, la que reconstruye el pasado y la que huele el presente: «¿Quién sabrá dilucidar que esos elementos, incrustados en una historia sucedida hace varias décadas, provienen de esta tarde preveraniega de hoy?» José Manuel, ¿en qué se diferencia la poética de la escritura del yo en el pasado a través de la novela de la que se realiza en el presente a través del diario?

 

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En la página 656 esbozas una lúcida poética de la fotografía que me gustaría recordar ahora: «Fotografío vacíos, fragmentos de cuerpos o caras que no permite identificar a sus dueños. No sé qué persigo con ello. Distraerme, en principio, y adelantarme a la desmemoria, que solo respeta lo casual, lo fragmentario, la luz, los detalles inconexos. Miro y constato el olvido de todo lo que no está en mi mirada. Miro y hago espacio para todo eso que no está». Es curioso porque en la escritura del diario parece que estés haciendo lo opuesto que cuando fotografías, contar el argumento de la vida, dar personalidad a las personas anónimas que se cruzan contigo, construir la casa de la memoria para que albergue los matices que el tiempo, con su lluvia persistente, reblandece y acaba por arrancar. Pero en el fondo, y quiero volver al principio, es la misma poética capturar lo que huye y desmoronar lo capturado. José Manuel, ¿no será que llenamos la escritura de escritura para acentuar su vacío metafísico, no será que vaciamos las imágenes de imágenes para comprender la escritura? No es una pregunta para que la respondas, sino para que nos cuentes algo sobre lo que no se me ha ocurrido preguntarte.

 

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El texto que he citado en mi intervención anterior arranca con una idea interesante, que necesito citar ahora: «En ciertas ocasiones festivas soy básicamente un espectador. No sé hacer otra cosa.». Tendrás que disculparme, hoy no te he permitido que seas un mero espectador, aunque sé que en este momento estarías más a gusto sentado ahí delante y asistiendo a la presentación de tu libro por su autor. Y posiblemente también a mí me encantaría estar viendo en este momento al presentador, y afeando todos sus defectos, en lugar mirar cara a cara a los espectadores y aceptar el juicio de sus miradas. José Manuel, en la escritura, en tu escritura, ¿qué prefieres ser actor o espectador?




 


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