viernes, 23 de abril de 2021

Vida en enero | «Confía en la gracia», de Olvido García Valdés


Olvido García Valdés, Confía en la gracia 
Tusquets Ed., Barcelona, 2020
 

Una breve nota presenta la lectura de Confía en la gracia, octavo libro de Olvido García Valdés (1950). Pese a que su función parezca la de mero agradecimiento, la autora no evita deslizar dos ideas esenciales de las páginas que siguen. La primera: «Este es un libro de poemas», y los poemas son «mecanismos verbales complejos». Uno de los textos (p. 121) entrevera la poética con otra concreción: «… recordó / que en poesía es mejor esconder / el tesoro que encontrarlo». La segunda: «Escribir es agradecer. Envejecer es bueno».

A la complejidad verbal la poeta ya ha acostumbrado a sus lectores, que son capaces de desentrañar una descripción de partida y una valoración moral, filosófica, como centro del poema. Relato y reflexión no aparecen en el poema para ser encontrados, ni siquiera para ser descubiertos, sino para ser revividos en su formulación lingüística. No pretende ser el poema una copia o un registro de las vivencias ni del pensamiento que sugieren, sino alcanzar la condición de vivencia y de pensamiento. El primer poema del libro es un buen ejemplo. El acontecimiento, casi diarístico, aparece nítido: «llegaba la bandada». También el sentido moral: «no puede / la carencia ser reparada mas no impide vivir». A partir de ambos elementos se construye el poema: primero, como una descripción de las aves de paso tan en el extremo del lenguaje que permita singularizar el significado que tuvo hasta el límite (utópico) de revivir lo intransferible (exactamente lo opuesto al uso común del lenguaje, que encuentra en la generalización el modo de asegurar un significado básico). La reflexión tiene en ocasiones una formulación gnómica (como la citada arriba) junto a una tendencia hacia la expresión abstracta: «[la carencia] dibuja / ramificaciones nerviosas». El tesoro escondido de los poemas de Olvido García Valdés deriva de esta confluencia entre un significado forzado a la máxima concreción y un significado abstracto (bandada = ramificación) con un valor de pensamiento; en este caso el que le da entidad temática al libro, y al título: pese a las pérdidas temporales, algo (imprevisto) permanece. La «gracia» de «vivir».

Escrito «entre 2012 y 2019», Confía en la gracia recorre la década biográfica de los sesenta años de la autora, esa víspera del «envejecer», y está construido sobre un claro pensamiento existencial. Incluso parte de una hermosa formulación (p. 61): «vacío de Dios, es Dios mismo». El concepto de la «nada» se convierte en recurrente final de muchos poemas (p. 47): «un no sentir / benigno y luego nada». Y es también broche del libro en su último y brevísimo texto (p. 247). El sentido elegíaco atraviesa las páginas con algunas elegías explícitas, pero también con constantes referencias a la «muerte» y, sobre todo, con una intensa lectura de sus presagios (p. 237): «…lo que la vida deja, lo que / sostiene hasta que la vida cae al río o al pozo». Solo en dos versos aparece explícito el término esencial del existencialismo, «angustia». Pero no como consecuencia de la conciencia de lo temporal, sino al contrario (p. 187): «dejar / sin peso el brazo, hematoma / el cierre de la angustia». Su abandono.

Esta es la principal novedad del libro. Todo el conjunto poético, pese a estar amparado en la experiencia de la temporalidad, acusa el «hematoma», pero le da la vuelta a la densa concepción de la «angustia» que le precede y ofrece una visión diferente de la vida sometida a la deflagración del tiempo (p. 91): «calla y mira el cobre / de las hojas mojadas de las parras en enero». Arranca la meditación existencialista con un decidido carpe diem, casi renacentista (p. 23): «recoge fruto granado de vida / en lo que hay». Continúa con un constante subrayado de palabras opuestas a la angustia: alegría, bondad, armonía, benévolo, dulzura, calma, alimento, hermosura, amigos… «verde de árboles / junto al cielo de plomo» (p. 109). La aparente inocencia del lema inicial, «Envejecer es bueno», apunta desde los poemas, con una dimensión filosófica inusitada, a toda una tradición de poesía angustiada por una temporalidad comprendida como el peor mal de la condición humana. Como si la vida abandonara con el tiempo la vida. Este es el principio contra el que Confía en la gracia se revuelve y a partir del cual se elabora la meditación de la temporalidad como, aún, regeneradora de significados con valor positivo (p. 59): «confía en ti, se dijo… /… / la nada y el miedo que hay / en ti te ayudarán /… / la gracia te ayudará». El tiempo existencial no solo destruye, afirma el libro de Olvido García Valdés en cada una de sus páginas, también entrega hermosos paisajes invernales propicios a una serena alegría, «…las cuentas / de la vida / en papelitos pequeños» (p. 241).


[Clarín nº 152. Marzo-abril, 2021]

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