Esta
«Poesía reunida», que Miriam Reyes (1974) titula a partir de unos significativos
versos suyos —«Extraña manera de estar viva / esta necesidad de traducirse / en
palabras»—, tiene como virtud inicial el ser una «poesía revisada». La unidad
tipográfica de los poemas de diversos libros subraya la coherencia interior de
una obra que no solo es fruto de una «extraña manera», sino también, y en
especial, testimonio fidedigno de una vida. Pero este es ya el segundo
atractivo de la lectura, el presentar seis libros, dispersos en el curso de
veinte años y diferentes destinos editoriales, convertidos en movimientos de
una única sinfonía. Y en tercer lugar permite, con la ayuda del paso del
tiempo, que los ha rejuvenecido, una relectura de sus primeros libros, en
especial, Espejo negro (2001), que
posiblemente tenga en el presente un significado más hondo del que tuvo en su
momento. Como volumen en papel, Extraña
manera de estar viva cuenta solo con la obvia limitación de no poder
recoger otra dimensión poética de la autora como artista audiovisual y
multimedia en sus recitales.
La conjunción sinfónica en seis
movimientos que revela esta poesía
reunida ofrece un diálogo entre dos partes bien diferenciadas. En sus tres
primeras publicaciones el punto de vista poético se presenta como un espejo donde se refleja aquella realidad
que lacera al sujeto. Una imagen en negativo; o mejor, en negro. Domina un tono despojado de convenciones líricas o
directamente expresionista. La fuente de esta realidad hiriente es al mismo
tiempo una y doble, en un desdoblamiento que aflora con frecuencia («Y tú quién
eres / hija de mis miserias»). Se inician estos tres libros con poemas
dedicados a sus padres, incluso uno en el momento del parto, que empieza «Mamá
y yo / en la madrugada del…», lo que sitúa el ámbito temático en un juicio más
que severo, inflexible, de su propia biografía, desde el mismo origen. Arranca con
las decisiones de los padres que durante la infancia han condicionado su vida,
y más tarde por la divergencia de criterios. Se extiende al arduo conflicto que
genera al sujeto poético el rechazo de la maternidad como eje central de la
vida, y todo queda invadido por una idea generalizada de provisionalidad y
destrucción («Las casas se derrumban a mi paso / la tierra es una alfombra de
escombros»).
Aunque nazcan de una realidad
biográfica traducida a palabras, no
todo en los dos primeros libros puede ser leído con esta clave, que ha
permitido, por ejemplo, relacionar los múltiples y diferentes comportamientos
machistas, que los poemas recogen como impregnaciones de lo real en los versos,
con una idea aberrante de la multiplicidad de amantes, como si la poesía del
siglo XX, que conoce los correlatos objetivos y la otredad, solo pudiera ser
leída como un retrato confesional. Lo que Espejo
negro, en mayor medida, y Bella
durmiente (2004) muestran, engastado en un sujeto biográfico, es un sujeto
sociológico, es decir, una manera de delatar oscuros hábitos íntimos de una
sociedad desde el yo que los padece. En este caso se trata de lo que con un
acierto mayúsculo la propia poeta denomina amor «misógino», hábitos a los que
la poesía accede desde la máscara que le permite desvelarlos: «Amo a este
hombre misógino». Una escalofriante reunión de poemas que consiguen iluminar la
cara oculta y desconocida del amor romántico.
El
yo sociológico, por otra parte, no es extraño en su propia generación y ha sido
utilizado para fines poéticos semejantes por poetas como Pablo García Casado o
Alberto Tesán. Desalojos (2018)
cierra este ciclo con una brutal elegía donde se entrevera el sujeto que
despide con el familiar desaparecido una parte de sí mismo y el sujeto
sociológico que asiste a un funeral y recoge con fidelidad expresionista la
causticidad de los comportamientos que observa.
En los tres libros siguientes Miriam
Reyes modifica registro, punto de vista, asuntos y tono. La poesía se
ensimisma. Primero de manera experimental, en Prensado en frío (2015), mediante un modelo informático de
combinación de versos de su propia obra. E inmediatamente después en dos libros
ensimismados, uno de ellos escrito en la lengua de su madre, el gallego, que en
cierto modo regresan a una expresión del amor lírico, con tendencia a una
idealización, que tampoco olvida abandonos y vacíos.
[Paraíso. Revista de Poesía nº 21. Jaén, 2023 | Enlace]
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