sábado, 13 de octubre de 2018

Jesús Aguado en Benarés


I

[El Ciervo nº 771. Septiembre-Octubre, 2018]

II  Adenda

(Esta ha sido la tercera ocasión en la que he leído el libro de Jesús Aguado. Cada una en un ejemplar diferente. La primera fue en octubre de 2006. El volumen se titulaba La astucia del vacío. Cuadernos de Benarés 1987-2004.  Lo había publicado un mínima editorial malagueña, Narila, dirigida por la poeta Aurora Luque. Es un libro raro. No creo que haya circulado demasiado. Sin embargo, la edición —como malagueña— es espléndida. Márgenes generosos, elegante tipografía. Podría señalar, si tuviera paciencia para buscar ahora el dato, el día exacto y la hora en la que empecé a leerlo y también cuándo lo acabé. Fue durante un vuelo entre Filadelfia y Barcelona. Al aterrizar, por la mañana, ya lo había concluido. Fue una lectura paradójica. Un viaje dentro de otro viaje. Pero tuvo un aliciente. Acababa de convivir durante unos días con su autor y el libro fue una suerte de entrar en detalle sobre asuntos de los que poco antes me había hablado. Por ejemplo, las únicas notas que tomé estaban relacionadas con el carácter premonitorio que había descubierto en algunos fragmentos donde Aguado hablaba de las niñas de la India con un sentimiento paternal en el que creí ver anunciado el nacimiento, en aquel momento reciente, de su hija. Fue una lectura, se diría, privada del libro.
       En 2010 DVD ediciones, en su colección de narrativa, la que se imprimía con cubiertas de color negro, se reeditó  La astucia del vacío. Cuadernos de Benarés 1987-2004, tal como se había publicado en la príncipe, pero con algunas erratas menos. Habían pasado unos años, pocos, pero sobre todo lo apresurado de mi primera lectura me aconsejó una segunda. Mi intención en aquel momento era escribir sobre el libro, pero no recuerdo por qué, el tiempo pasó sin que lo hiciera. Ahora lo lamento.
      Esta tercera edición del libro, ocho años más tarde, ha resultado una auténtica sorpresa. El cambio de título —ahora Benarés, India, Pre-Textos, 2018— es el símbolo de una reescritura. El origen de este libro se encuentra en los cuadernos que a modo de diario Jesús Aguado fue redactando en Benarés durante los años de su estancia en India y, en especial, en esta ciudad. Para la escritura de La astucia del vacío el autor seleccionó algunos fragmentos, los dató y los transcribió para el libro. Pasados catorce años de su regreso de Benarés, y escritos y publicados otros muchos títulos, Jesús Aguado ha querido para esta tercera edición —dado que las editoriales que imprimieron las dos anteriores han desaparecido ya hace años— reescribirlo. Ha revisado los cuadernos originales y ha recuperado páginas que tal vez en su primera lectura le parecieron poco interesantes, pero que con la perspectiva del tiempo han ganado hondura, y al contrario, ha revisado los fragmentos publicados y con buen tino ha retirado algunos que no añadían nada al conjunto. Ha borrado también las marcas cronológicas, que solo tenían un valor testimonial, pero que quizá ocultaban la profunda unidad que tiene el conjunto como vivencia profunda, sin fechas, del espacio y del tiempo. Ha realizado pequeñas alteraciones en el orden, de modo que el libro ha salido ganando con la mayor madurez de su autor. Y, aun para el lector que ya conocía el contenido, resulta una sorpresa. No tanto porque haya aspectos novedosos, como por la hondura que han ido ganando con los años las reflexiones del autor, sus descripciones de la vida en India, el relato de sus sensaciones y en cada una de sus páginas el fulgor de quien vive una relación amorosa de extremada intensidad. Un amor a las calles polvorientas, a la destartalada bicicleta con la que las recorre, a las aguas del Ganges, a la sabiduría ancestral que fluye en su cauce, a la pobreza como cántico de la vida verdadera y al descubrimiento paulatino de una filosofía vital que le transforma. Benarés, India es la crónica íntima de esa trasformación. Que lo es del autor, pero también, como no podía ser de otra forma, en la que avanza acompañado del lector, porque la inmortal ciudad de Benarés es «Un espacio que nos piensa en voz alta a cada uno de nosotros».)

[Inédito]

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