domingo, 19 de junio de 2022

Torre a la intemperie | «El delito mayor», de Francisco Alba




El delito mayor (Trabe, Oviedo, 2022), cuarto libro de poemas de Francisco Alba (1967), se publica casi una década después del anterior, distancia de la que da cuenta, simbólicamente, uno de sus poemas, «Desiertos», que desarrolla el monólogo dramático de quien se arranca de la vida tras «una tragedia personal» y huye, después de desprenderse de todo, a un desierto argelino: «No volverán a verme en ningún tanatorio». Tras este proceso ascético, el personaje acaba «convertido en polvo gris, / materia oscura, ausencia universal», y los poemas de este libro —también «polvo gris» sobre el papel— parecen pronunciados con la voz de quien los ha escrito en ese desierto, o quizá «encantada torre» en el pedregal donde permanecía encerrado quien pronunció las palabras que el título evoca: «pues el delito mayor / del hombre es haber nacido».

         Tres poemas del libro parten del mismo planteamiento calderoniano: «Nacer fue un paso en falso». Y a partir de ese momento «en el que se torcieron las cosas / Es la intemperie». Este podría ser el enunciado del tema que atraviesa de principio a fin el libro, el escrutinio de la intemperie de la vida. Pero no en forma de crónica ni de denuncia, aunque por el tono lo parezca, sino de esencial incomprensión. Resulta más fácil encontrar los precedentes de esta escritura en la filosofía que en la poesía. O quizá mejor, en la antifilosofía, por ejemplo, en el desparpajo volteriano, en la angustiosa sequedad pascaliana o en la descarnada mordacidad de Nietzsche. Todas ellas características dominantes en la expresión de Francisco Alba.

Los escasos poemas breves que hay en el libro son pequeñas bombas de contenido, por poner un ejemplo, el titulado «Barrio de Pumarín, años ochenta», concentra de modo prodigioso en seis versos breves la tragedia de una década y muchas vidas: «Yo me chuto / Tú te chutas / Él se chuta / Nosotros la palmamos / Vosotros lloráis / Ellos se forran». La mayor parte de los poemas, sin embargo, son extensos y su concepción predominante también evoca una organización filosófica. Cada uno está concebido como un pequeño ensayo sobre un asunto determinado, e implica un desarrollo amplio, sea en el espacio o en el tiempo. Estos ensayos poético-filosóficos tratan aspectos de la vida contemporánea, desde lo más concreto a lo más etéreo, como puede ser el diálogo entre naturaleza y construcción en un aeropuerto, la relaciones entre compañeros de trabajo, Asturias, China, el amor, la libertad, el universo o la conducción en autopistas. El marco temático en el que se desenvuelve el libro es uno de los aspectos que más sorprende por su extensión y heterogeneidad, se diría que nada existe que, contemplado por el discurso del poeta, no sorprenda por lo incomprensible de su intemperie.

Una parte de los poemas extensos mantiene un curso discursivo bien entrelazado, pero otra parte está escrita con la técnica de la yuxtaposición o del collage, que bien puede ser de fragmentos —como uno de los mejores poemas del libro, «Pravda querida», un lúcido desvirtuar los tópicos de la vida idílica en Asturias—, o bien en frases casi aforísticas —como «Virus atenuado», una escalofriante composición sobre las ideas que están detrás de la idea de Europa—. Mediante la técnica del collage, desarrollada en especial a partir de su libro anterior, Masa crítica (2013), el autor potencia la fuerza gnómica de un pensamiento poético que aflora en el giro inesperado, la expresión mordaz, la dicción hiperbólica y, sobre todo, en la simbiosis tanto de registros lingüísticos como de épocas, de sucesos y de personajes: «Mira, preciosa: las dinastías se diputaban Europa. Si no se arreglaban en los despachos lo decidían en los campos de batalla. // Con el año 1789 desapareció para siempre la joie de vivre».

Desde la publicación de El contrario (2008) la escritura de Francisco Alba se caracteriza por realizar una revisión irónica, incluso sarcástica, del culturalismo, recurso básico de su manera de significar. Incluye este recurso no solo los nombres propios, sino también la apropiación de versos clásicos con fines expresivos contemporáneos. El título del libro es un ejemplo, pero hay otros de un estimable acierto, así un verso célebre de Garcilaso de la Vega sirve para tomar conciencia del uso de los medios naturales en el presente: «corrientes aguas, puras, cristalinas / para refrigerar el núcleo del redactor».  Otro estimable procedimiento del culturalismo sarcástico de Alba es la recreación de contenidos artísticos. El poema «Museo» es ejemplar. A partir del nombre del artista, el poeta relaciona su universo plástico con el retrato del presente. De Alberto Giacometti, por ejemplo, evoca: «…Tú que hablas / la lengua de los medios y la publicidad / y si adelgazas más desapareces». Y, por último, recurre a la mención culta para la creación de significados paradójicos. Como es un recurso que utiliza desde sus primeros libros, es posible evaluar el índice de acidez de su visión. Si en 2013 escribía: «¿Recitarás a Wordsworth / en tu excursión al centro comercial?», en 2022 se lee: «Como citar a Wordsworth en la cola del paro».

Del conjunto de ensayos poéticos se extrae una mirada de acendrado pesimismo, aunque no nihilista. Un solo verso, entre los cientos que tiene el libro, en el último poema, salva el conjunto: «venimos a este mundo a fracasar / […] / Competidores y consumidores / no ciudadanos de un común proyecto». Este verso —pese a su concepción negativa, el único positivo— señala el camino de la comprensión, un bálsamo para la intemperie, el que no existe.


[Letras 21 | nuevatribuna.es | 16 de junio de 2022 | Enlace]

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