He venido al desierto
Lhasa de Sela
Al sur de la palabra. Poetas marroquíes contemporáneos
PUZ, Zaragoza, 2018
No es la primera vez que la editorial Prensas Universitarias de Zaragoza publica una antología que ilumina aspectos de la cultura poética prácticamente desconocidos para el lector de libros en español. En 2012 Poesía a contragolpe supuso el descubrimiento de la poesía polaca actual y ahora El sur de la palabra resulta un auténtico encuentro con los Poetas marroquíes contemporáneos. La edición es del poeta y profesor Juan Antonio Tello, traductor también junto a la profesora Victoria Khraiche. Ambos han realizado una labor que se intuye —a falta de conocer los originales— espléndida por la calidad del castellano utilizado en las versiones.
Habría que empezar recordando que el término «contemporáneo» del subtítulo resulta redundante. Todos los poetas marroquíes lo son, ciudadanos de un país que consiguió la independencia en 1956 y a los que tampoco precede una tradición culta en otras épocas. Tres son solo las generaciones de la historia poética marroquí y las tres aparecen representadas de una manera equilibrada, desde los autores nacidos en los años 40 hasta los 80. El tramo más intensamente registrado es el de los poetas nacidos en los años 60, un tercio del total. Esta es la primera particularidad, la segunda es la multiplicidad cultural. De los 23 nombres antologados unos escriben en árabe —uno en dariya o árabe dialectal— y otros en francés, en partes equivalentes. En su conjunto la antología es una primicia. Solo tres poetas han visto su obra traducida al español, pero en publicaciones de restringida o rara distribución. Vale la pena destacar el protagonismo en su difusión del Festival de Poesía de San José de Costa Rica, que suele incluir a poetas marroquíes en su programa. Cosmopoética empezó en 2015 con Nassima Raoui (1988).
Ante un conjunto tan amplio de escritores surgen ciertas observaciones de sociología literaria. Da la impresión, por ejemplo, de que las primeras publicaciones aparecen de modo tardío, pasados los 40. Hay varios ejemplos. Pero si se realiza una media del conjunto, la edad que indica, 33 años, es convencional. Cuatro poetas son mujeres. No es un porcentaje alto (20%), pero si se compara con algunas antologías de la poesía española no resulta extraño. Sobre el asunto del género (sexual), al que tantas lectoras y lectores son sensibles, empobrece la antología no señalar otros aspectos relacionados quizá de mayor interés que los datos. El primer libro de Rachida Madani (1951), publicado en 1981, lucía el emblemático título de Mujer soy. Por otra parte, de dos de los autores varones se recogen en estas páginas sendos poemas escritos como monólogos dramáticos en boca de una mujer. «Me examino la cara como de costumbre en el espejo y lanzo mis zapatos, el suéter de lana, el sujetador de algodón, la falda y el resto», escribe en un hermoso poema en prosa Mohamed Miloud Gharrafi (1966). En otro texto Abdellatif Laâbi (1942) realiza una reflexión que planea sobre todo el género (poético): «La poesía habla más en femenino del ser, aunque haya todavía muchos más poetas hombres».
La sorpresa, sin embargo, de Al sur de la palabra no se encuentra en estos aspectos de historia literaria, sino en la calidad. Es difícil hacerse a la idea de la dimensión de un poeta en unas pocas páginas, pero las de esta antología bastan para afirmar que la reciente tradición poética marroquí no es ajena a los impulsos, tendencias, motivos y decisiones de la poesía contemporánea. La cultura francesa le proporciona hondura y conocimiento, y el magma árabe la dota de una extraordinaria perspicacia y vitalidad: «Y allí no hay nada más maravilloso que esta / hormiga que corretea en la mano de un dios // o que ese caracol que lame la oreja / de una diosa// o que ese ratón que hace cosquillas / en la axila de la existencia», escribe Abdallah Zrika (1953).
Es difícil también, en una muestra obviamente reducida —130 poemas en total—, descubrir líneas temáticas. A veces se ven marcas negativas; por ejemplo, no se habla de la sociedad marroquí actual, o solo de un modo oblicuo («este país que ha vuelto a comenzar /…/ extendiendo su velo sobre mi cara», se lee en un poema de Mostafa Nissabouri, 1943), pero un motivo destaca en varios autores. El desierto. Aunque Zrika afirme que «las palabras han salido para siempre del desierto», lo cierto es que sigue siendo un ideal de escritura («¿Hasta dónde internarme en el desierto / para escribir más desnudo…?» se pregunta Rachida Madani). Sugiere las más estremecedoras metáforas («ceniza de un primer encuentro que se ha quedado en la boca / con un sabor a dátil cuya espera era el hueso», dice Nissabouri en el poema «Desierto»), y se reclama como, quizá, la memoria viva de la tradición que no deja huellas en la arena, según aventura Abdelhak Serhane (1950): «El Desierto, lugar de exilio y asilo desenclavado en el origen de los tiempos».
[Clarín nº 137. Septiembre-octubre, 2018]
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