Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

viernes, 24 de agosto de 2018

Teixeira de Pascoaes, el maestro del mal discípulo Pessoa


SAUDADE, ANTOLOGÍA POÉTICA 1898-1953, de Teixeira de Pascoaes
Trea, Gijón, 2006 

La memoria literaria en los tiempos modernos respeta muy poco las jerarquías establecidas en la época, que con frecuencia acaban invertidas. Teixeira de Pascoaes (1877-1952) fue, en las primeras décadas del siglo XX, el poeta más leído y aclamado en Portugal, y Fernando Pessoa (1888-1935) no pasó nunca para sus contemporáneos de un joven inquieto, primero, y después discretísimo escritor cuyos versos ocupaban siempre en los periódicos que abrían con foto de Pascoaes la parte inferior de la página izquierda. Y sin embargo la fortuna y la desgracia en la historia literaria de Teixeira de Pascoaes no han dependido de sí mismo, sino de su relación con Fernando Pessoa, quien pasó en pocos años de la admiración máxima —lo que aseguró que perviviera su nombre— al desprecio —que le condenó al desinterés. Pero tampoco Pessoa puede desprenderse fácilmente de la sombra de Pascoaes, esencial para comprender el camino hacia la genialidad que emprendió el lisboeta. La ruptura entre ambos supuso la conciencia de la singularidad generacional del grupo de Orpheu, y los heterónimos le deben a Pascoaes haber nacido para oponerse a él: «Quizá Caeiro proceda de Pascoaes —confiesa Pessoa—; pero procede por oposición, por reacción. Pascoaes dado la vuelta del revés, sin moverlo de donde está, da esto: Alberto Caeiro».
    Y pese a la tozudez de esta ley de historia literaria, en cada época solo se mira hacia arriba, hacia la jerarquía del prestigio establecida en el momento. Pascoaes, que no reconoció nunca a Pessoa la condición de poeta, para él fue siempre el crítico que en 1912 ensalzó su obra, se desvivió en elogios por Miguel de Unamuno, con quien mantuvo una cortés amistad literaria. Así responde Pascoaes al anuncio de Unamuno de escribir sobre él: «El artículo… acerca de mi pobre libro y mi vieja casa, oscuro río y sombría montaña va a ser un gran placer espiritual para mí… Muchas gracias por su española y cristiana generosidad». Unamuno combinaba lo espiritual y lo práctico: «Le envío mi Vida de Don Quijote y Sancho que es mi obra cardinal y además la única que es hoy de mi propiedad. Las demás están en manos de editores. En este libro que le envío he puesto lo más y creo que lo mejor de mi espíritu. Ahora me ocupo en su propaganda.»
    Como poeta, Teixeira de Pascoaes fue inspirador del Saudosismo, una escuela local de idealismo patriótico y conservadurismo ideológico: «Sois el Pasado: un mundo que quedó / sumergido en mis ojos llenos de agua». Esta exaltación del pasado (que se combina con el rechazo a la ciudad y a la civilización moderna, salvo Londres, que elogia como provinciano que se queda con la boca abierta) no sólo es un tema, sino sobre todo una actitud. En sus versos convive sintetizada la tradición del ancien régime poético, el clasicismo formal al lado de un romanticismo de escuela, cierto naturalismo entreverado junto a dulzores y neblinas simbolistas. Por eso derribándolo, los vanguardistas de Orpheu inauguraron sin transiciones el siglo XX. Pascoaes ha tenido, después, algunos grandes e inteligentes defensores, el mayor fue sin duda Jorge de Sena, quien supo descubrir el verdadero sentido que tiene su canto y exaltación del pasado: «no se daban cuenta de que esa saudade se dirigía mucho menos hacia el pasado que hacia el futuro en el que tal sentimiento desempeñaba el papel de una reminiscencia platónica que fuera motor de una creciente humanización del universo». Este es el sentido de su lectura actual: muerto el ancien régime y muerta también la vanguardia que lo mató, queda sólo la tarea de humanizar la poesía.

[El Ciervo nº 672. Marzo de 2007]

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