Armando Freitas Filho, Cabeza de hombre
Traducción de Adolfo Montejo Navas, Hiperión, Madrid, 1996
Cuando al pie del poema aparece una fecha, suele tratarse bien de un detalle ingenuo, bien de una reivindicación realista del presente, en general pleonástica. Algunos poemas han salvado un día para la literatura, como aquel memorable final de Blas de Otero: «Aquí tenéis, en carne y hueso, / mi última voluntad. Bilbao, a once / de abril, cincuenta y tantos». Y algún autor incluso le ha dado valor artístico a esa pueril obsesión de dietario, como el portugués Jorge de Sena. Pero estos son, evidentemente, casos singulares.
Al pie de cada poema de Cabeza de hombre hay una fecha del calendario. No se trata, sin embargo, del acto ingenuo de un autor naïf o el redundante de un neorealista. El lector comprende pronto que un día es un período demasiado extenso para atribuirle un poema del brasileño Armando Freitas Filho (1940). Uno lleva por título «en un instante», y otro la hora dada por un reloj digital, «2:42»; tal vez sean estos los poemas mejor nombrados de libro.
Cada texto de Freitas Filho ilustra un único impulso eléctrico dentro del cerebro con su correspondiente reflejo verbal. La perspectiva del sujeto que escribe responde sólo a las exigencias de quien piensa, en el acto mismo de pensar; actitud muy distinta a la de quien mira, y opuesta casi a la de quien rememora, ambas habituales en la lírica. Cabría, por lo tanto, insertar esta poética en la estela del «fluir de conciencia» de Bergson y del «monólogo interior» de Joyce, aunque con una espléndida adaptación a las características del género. Como en algunos monólogos interiores, lo más interesante de la poesía de Freitas Filho es su textura lingüística: un uso pre-sintáctico del portugués, con más percusión que semántica (el primer poema lo anuncia), y una lengua retorcida e impregnada de oralidad y juegos verbales cariocas...
Desde sus orígenes, en pleno auge de la modernidad, la poesía brasileña ha secundado, a veces con resonancia notable, distintas actitudes de vanguardia. Esta única herencia es tal vez el mayor obstáculo para la poesía que hoy se escribe en Brasil. Resulta difícil descubrir poetas cuya obra no se vea asfixiada por la poesía concreta o por el «poema-chiste». Freitas Filho es una feliz excepción a este amaneramiento de la vanguardia brasileña, y su obra no sólo desatasca y oxigena la poesía de su país, sino también aporta un matiz interesante a las no menos desorientadas vanguardias europeas.
La traducción tan temprana de este libro, publicado en 1991, se debe sin duda a la pasión infatigable de Adolfo Montejo Navas; pero resulta interesante preguntarse si va a encontrar lectores atentos en España. La poesía de Freitas Filho, como propuesta de vanguardia, subraya uno de los rasgos de la vida actual y futura: la inmediatez. Lo inmediato del poema, tanto en su escritura —a veces relacionada con un disparo o con un latigazo— como en su lectura, ampara la experiencia de la velocidad en las sociedades del presente. Nada más ajeno, sin embargo, a los valores dominantes en la poesía española actual: la métrica (un tiempo pautado), la memoria (un tiempo que no existe), la descripción moral (un tiempo detenido)... Algo hay, no obstante, en Cabeza de hombre que ha de interesar a cualquier lector, proclive a vanguardias o a tradiciones: una sensualidad a flor de palabra, y una rigurosa lección acerca de los límites de la poesía: ese «pleonasmo del claro de luna / sobre el aluminio».
[Clarín nº 5, septiembre-octubre, 1996]
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