Una
breve nota presenta la lectura de Confía
en la gracia, octavo libro de Olvido García Valdés (1950). Pese a que su
función parezca la de mero agradecimiento, la autora no evita deslizar dos
ideas esenciales de las páginas que siguen. La primera: «Este es un libro de
poemas», y los poemas son «mecanismos verbales complejos». Uno de los textos (p. 121) entrevera la poética con
otra concreción: «… recordó / que en poesía es mejor esconder / el tesoro que
encontrarlo». La segunda: «Escribir es agradecer. Envejecer es bueno».
A la complejidad verbal la poeta ya ha
acostumbrado a sus lectores, que son capaces de desentrañar una descripción de
partida y una valoración moral, filosófica, como centro del poema. Relato y
reflexión no aparecen en el poema para ser
encontrados, ni siquiera para ser descubiertos, sino para ser revividos en
su formulación lingüística. No pretende ser el poema una copia o un registro de
las vivencias ni del pensamiento que sugieren, sino alcanzar la condición de
vivencia y de pensamiento. El primer poema del libro es un buen ejemplo. El
acontecimiento, casi diarístico, aparece nítido: «llegaba la bandada». También
el sentido moral: «no puede / la carencia ser reparada mas no impide vivir». A
partir de ambos elementos se construye el poema: primero, como una descripción
de las aves de paso tan en el extremo del lenguaje que permita singularizar el
significado que tuvo hasta el límite (utópico) de revivir lo intransferible
(exactamente lo opuesto al uso común del
lenguaje, que encuentra en la generalización el modo de asegurar un significado
básico). La reflexión tiene en ocasiones una formulación gnómica (como la
citada arriba) junto a una tendencia hacia la expresión abstracta: «[la
carencia] dibuja / ramificaciones nerviosas». El tesoro escondido de los poemas de Olvido García Valdés deriva de esta
confluencia entre un significado forzado a la máxima concreción y un
significado abstracto (bandada = ramificación) con un valor de
pensamiento; en este caso el que le da entidad temática al libro, y al título: pese
a las pérdidas temporales, algo (imprevisto) permanece. La «gracia» de «vivir».
Escrito «entre 2012 y 2019», Confía en la gracia recorre la década biográfica
de los sesenta años de la autora, esa víspera del «envejecer», y está construido
sobre un claro pensamiento existencial. Incluso parte de una hermosa
formulación (p. 61): «vacío de Dios, es Dios mismo». El concepto de la «nada»
se convierte en recurrente final de muchos poemas (p. 47): «un no sentir /
benigno y luego nada». Y es también broche del libro en su último y brevísimo
texto (p. 247). El sentido elegíaco atraviesa las páginas con algunas elegías
explícitas, pero también con constantes referencias a la «muerte» y, sobre
todo, con una intensa lectura de sus presagios (p. 237): «…lo que la vida deja,
lo que / sostiene hasta que la vida cae al río o al pozo». Solo en dos versos
aparece explícito el término esencial del existencialismo, «angustia». Pero no
como consecuencia de la conciencia de lo temporal, sino al contrario (p. 187):
«dejar / sin peso el brazo, hematoma / el cierre de la angustia». Su abandono.
Esta es la principal novedad del libro.
Todo el conjunto poético, pese a estar amparado en la experiencia de la
temporalidad, acusa el «hematoma», pero le da la vuelta a la densa concepción
de la «angustia» que le precede y ofrece una visión diferente de la vida
sometida a la deflagración del tiempo (p. 91): «calla y mira el cobre / de las
hojas mojadas de las parras en enero». Arranca la meditación existencialista
con un decidido carpe diem, casi
renacentista (p. 23): «recoge fruto granado de vida / en lo que hay». Continúa
con un constante subrayado de palabras opuestas a la angustia: alegría, bondad,
armonía, benévolo, dulzura, calma, alimento, hermosura, amigos… «verde de
árboles / junto al cielo de plomo» (p. 109). La aparente inocencia del lema
inicial, «Envejecer es bueno», apunta desde los poemas, con una dimensión
filosófica inusitada, a toda una tradición de poesía angustiada por una temporalidad comprendida como el peor mal de la
condición humana. Como si la vida abandonara con el tiempo la vida. Este es el
principio contra el que Confía en la
gracia se revuelve y a partir del cual se elabora la meditación de la
temporalidad como, aún, regeneradora de significados con valor positivo (p. 59):
«confía en ti, se dijo… /… / la nada y el miedo que hay / en ti te ayudarán /…
/ la gracia te ayudará». El tiempo existencial no solo destruye, afirma el
libro de Olvido García Valdés en cada una de sus páginas, también entrega
hermosos paisajes invernales propicios a una serena alegría, «…las cuentas / de
la vida / en papelitos pequeños» (p. 241).
[Clarín nº 152. Marzo-abril, 2021]
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