Jesús Aguado
Carta al padre
Vandalia, Sevilla, 2016
Fiel a su poética de huir siempre de aquello que consolida, Jesús Aguado (1961) esboza en Carta al padre un breve tratado sobre los límites de un tema. O mejor será decir, sobre cómo piensa la poesía contemporánea. La idea del que huye de su propia poética se ha convertido en este libro en paradigma temático. Un trazado de lindes conceptuales que el autor secuencia en cuatro secciones que dialogan unas veces, pero otras discuten y se enfrentan entre sí.
La segunda parte acaba con el juego y con las complicidades. Hay solo un hijo y un único padre. Y una sola lectura de esta relación: la de avasallar. Un hijo avasallado y un padre avasallador. La metáfora es universal y reúne ahí ecos de toda la memoria del autoritarismo. Es una sección que no deja indiferente. Que duele leer. Que toca la textura de la vida. Se podría incluso afirmar que en «Carta al padre» no hay un tema, no hay una retórica. La poesía asalta la vida y la muestra olvidándose de sus artificios. Es uno de los momentos más álgidos de la escritura de Jesús Aguado.
Ahora bien, cabe preguntar cómo se conjugan el ingenio de la primera parte y la desolación de la segunda. La respuesta surge evidente: como fugas dentro del tema, sí. Como un ejercicio de límites, también: la poesía se extiende desde el artificio verbal de la ficción hasta el cara a cara con lo más íntimo de la vida.
La inquietud aumenta en las dos secciones siguientes. «Un padre muere» es una elegía escalofriante por su crudeza, por su despojamiento, por la complejidad emocional que desgaja cada una de las metáforas. Metáforas de raíz existencial, expresionistas incluso, opuestas siempre al carácter sentimental. Y la sección última «Oración por mis padres», es exactamente lo opuesto: la idealización de los padres más abstracta que cabe pensar: una suerte de amor universal de la que emana la vida. Un padre que boquea en un cubo como un pez; unos padres cuyo amor es de la misma materia de los dioses: creador. Dos universos poéticos opuestos, uno junto al otro.
Fuga, límites. Sí. ¿Algo más? Heteronomía pero sin nombres: cada parte está escrita por un poeta diferente al que se le pidiera una “Carta al padre”: uno lo convertiría en un delicioso laberinto emocional, otro haría un ajuste de cuentas con su progenitor, un tercero escribiría una elegía desde el vacío de la vida humana, y un cuarto elevaría un cántico universal. Así es como se muestra el libro, un manifiesto contra la solemnidad del «tema». No es ya solo el sujeto el que se desgaja y fragmenta ante su conflicto con la existencia, es la existencia misma la que ha perdido su condición monolítica. Deflagración e idealismo, emoción y rabia no son solo respuestas ante una experiencia, sino formas de la pregunta, el modo cuarteado cómo la experiencia se formula. Desde este punto de vista Jesús Aguado no solo nos presenta en Carta al padre los poemas que ha escrito sobre un tema, la relación con el padre, sino que nos muestra cómo piensa la poesía contemporánea en sus límites, justo antes de que la sustituya el silencio.
Clarín nº 124 Julio-Agosto de 2016
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