CARONTE Y MEMORIA, de Pedro Tamen
Huerga & Fierro editores, Madrid, 2002
Caronte y Memoria reúne en un volumen la traducción de los dos últimos títulos publicados por Pedro Tamen (Lisboa, 1934), uno de los poeta más interesantes y originales de la segunda mitad del siglo XX en Portugal. Desde su primer libro, Poemas para todos os dias, en 1956, su obra sorprende por un estilo donde el aire coloquial y cotidiano se inserta en una lengua poética elaborada y rica, donde las influencias de vanguardia subrayan la racionalidad esencial del poema y donde se ensaya una sonoridad novedosa dentro de una métrica tradicional. Y a estos peculiares rasgos, que en los años 50 supieron abrir nuevos caminos para la poesía portuguesa entre el prosaísmo neorrealista en decadencia y la fiebre surrealista del momento, se puede añadir un gusto irrenunciable por los juegos retóricos con intención conceptual. Este contexto estilístico arropó sus iniciales intereses temáticos, Dios y el amor, y continuó haciéndolo cuando que estos cobraron tintes existencialistas.
Guión de Caronte, publicado en 1997, sigue los pasos que su título indica: indaga las condiciones del último viaje por la Estigia, traza su horizonte imaginativo, imagina la muerte. Todo ello con una estremecedora frialdad estilística y con una distancia que lejos de alejar el dolor humano lo acrecienta al objetivarlo en la pavorosa decoración con la que describe el trato final junto al barquero Caronte. Qué sentir sin palabras, sin memorias, sin puerta a la que llamar, sin planta a la que regar, sin atardeceres, sin colores, sin amor... sin muerte siquiera. Esta imaginación de las variedades de la nada ocupa la parte central del libro. Pero no menos importante es la que esboza la imaginería del viaje. Amparándose en los elementos materiales del mito —el agua, la noche, la barca, el viento, el barquero, el tránsito...— el poeta describe la indescriptible oscuridad de un modo sobrecogedor.
Memoria indiscriptible, libro del 2000, no olvida en ninguno de sus poemas el libro anterior. En ese clima inhóspito y tenebroso donde reinaba Caronte irrumpe, con el compás perdido, pero tenaz, la memoria. La memoria se reviste en este libro de una pátina que no es la del recuerdo de la felicidad ni la esperanza en la vida. La de este libro es una memoria que no dudo en calificar como póstuma, es decir, que se conserva después de que se hayan derrumbado los recuerdos, las felicidades, las esperanzas y las voluntades. Es una memoria que ha resistido como las paredes en pie de esas antiquísimas casas de campo a todas la inclemencias del tiempo, a las lluvias y a las nieves que han hundido la techumbre de los ideales y las vigas de las creencias. Un poema acaba con dos versos que definen esta indescriptible memoria: «Tener lo que fue, en mí / es tenerlo olvidado». Otro se cierra de esta manera: «la pena de vivir / no vale la pena revivirla». Es una memoria que busca remontar su curso hasta la infancia. Muchos poemas evocan imágenes y acontecimientos de la niñez, que surgen como vestigios que habían permanecido ocultos en las bodegas del barco durante años y que sólo pone al descubierto, dispersándolos, un naufragio. No es, sin embargo, una memoria patética, pues ahí están la ironía y los juegos verbales, ahí las ocultaciones y la máscara de estirpe clásica, ahí está la contención métrica y estilística, y ahí también el ritmo seco y áspero pero de una eficacia altísima para acompasar el afilado cuchillo con que las palabras de Pedro Tamen nos atraviesan limpiamente la coraza con la que nos protegemos de la abrumadora saturación verbal de nuestra época.
Guión de Caronte, publicado en 1997, sigue los pasos que su título indica: indaga las condiciones del último viaje por la Estigia, traza su horizonte imaginativo, imagina la muerte. Todo ello con una estremecedora frialdad estilística y con una distancia que lejos de alejar el dolor humano lo acrecienta al objetivarlo en la pavorosa decoración con la que describe el trato final junto al barquero Caronte. Qué sentir sin palabras, sin memorias, sin puerta a la que llamar, sin planta a la que regar, sin atardeceres, sin colores, sin amor... sin muerte siquiera. Esta imaginación de las variedades de la nada ocupa la parte central del libro. Pero no menos importante es la que esboza la imaginería del viaje. Amparándose en los elementos materiales del mito —el agua, la noche, la barca, el viento, el barquero, el tránsito...— el poeta describe la indescriptible oscuridad de un modo sobrecogedor.
Memoria indiscriptible, libro del 2000, no olvida en ninguno de sus poemas el libro anterior. En ese clima inhóspito y tenebroso donde reinaba Caronte irrumpe, con el compás perdido, pero tenaz, la memoria. La memoria se reviste en este libro de una pátina que no es la del recuerdo de la felicidad ni la esperanza en la vida. La de este libro es una memoria que no dudo en calificar como póstuma, es decir, que se conserva después de que se hayan derrumbado los recuerdos, las felicidades, las esperanzas y las voluntades. Es una memoria que ha resistido como las paredes en pie de esas antiquísimas casas de campo a todas la inclemencias del tiempo, a las lluvias y a las nieves que han hundido la techumbre de los ideales y las vigas de las creencias. Un poema acaba con dos versos que definen esta indescriptible memoria: «Tener lo que fue, en mí / es tenerlo olvidado». Otro se cierra de esta manera: «la pena de vivir / no vale la pena revivirla». Es una memoria que busca remontar su curso hasta la infancia. Muchos poemas evocan imágenes y acontecimientos de la niñez, que surgen como vestigios que habían permanecido ocultos en las bodegas del barco durante años y que sólo pone al descubierto, dispersándolos, un naufragio. No es, sin embargo, una memoria patética, pues ahí están la ironía y los juegos verbales, ahí las ocultaciones y la máscara de estirpe clásica, ahí está la contención métrica y estilística, y ahí también el ritmo seco y áspero pero de una eficacia altísima para acompasar el afilado cuchillo con que las palabras de Pedro Tamen nos atraviesan limpiamente la coraza con la que nos protegemos de la abrumadora saturación verbal de nuestra época.
[El Ciervo nº 623. Febrero, 2003]
***
[PEDRO TAMEN en Barcelona, octubre de 2002]
1
Ya sé que estamos en mitad de una
feria donde los libros van y vienen en trajín que parece infatigable aunque
todos nos sintamos un poco cansados; ya sé también que la ciudad, mi ciudad,
está haciendo el último ensayo antes del grandioso atasco del fin de la tarde;
sin embargo, me gustaría contar ahora mismo con algún poder, siquiera
municipal, para clamar ¡alto! ¡deténganse! Dejen ya de moverse tanto, que vamos
a presentar un libro del poeta Pedro
Tamen y este es un acontecimiento que Barcelona, tan vapuleada por las grandes
fechas históricas, debería guardar en su memoria... «mientras la conserve»,
apostillaría tal vez con un gesto de ácida ironía Pedro Tamen. Sé que esta exaltación mía, tan desesperada
que incluso apela a lo municipal, es fruto de mi entusiasmo por su presencia,
sin embargo estoy seguro de que a nuestro poeta le gustaría decirme en voz
baja, “déjalo correr, tampoco tiene tanta importancia”. “Deslustrei a fama que me deram” (deslustré
la fama que me dieron) escribió en uno de sus versos.
Así he imaginado siempre yo a Pedro
Tamen, sacándole hierro a las cosas, lúcida y entrañablemente escéptico,
apaciblemente sentado (“Mas sempre / em tudo isso sentei-me na cadeira”)
desmontando el puzzle interior de las palabras mientras los demás nos
apresuramos por correr siempre en la misma dirección. Y así, como quien no quiere la cosa, ha
dejado a sus espaldas una obra cultural ingente y una obra poética delicada y
singular, que traza desde hace casi 50 años el camino por donde ha seguido lo
más auténtico de la poesía portuguesa contemporánea.
De hecho, al hablar de Pedro Tamen
uno tiene la sensación de hacerlo de dos personas diferentes. Dos personalidades, la del profesional y la
del poeta, que se reparten amistosamente su integridad humana. De hecho, a uno le gustaría hablar sólo de
una, la del poeta, pero la otra es tan impresionante que casi siempre acaba
apropiándose de todas las explicaciones.
De hecho, tras mucho hablar de sus logros y virtudes profesionales, uno
siempre acaba pensado que, a pesar de todo, estamos, sencillamente, ante un
gran poeta.
Pedro Tamen nació en Lisboa, hecho
que tal como están las cotizaciones de la mitología literaria, hay que
reconocer que fue buen tino por su parte.
Nació en 1934. Si estuviéramos
hablando de un poeta español, inmediatamente pensaríamos en la generación del
50. Y nos equivocaríamos bastante,
porque en cuestión de paralelismo poéticos, Portugal y España van siempre desacompasados. Mientras aquí la generación del 50 se propuso
consolidar el realismo de sus antecesores, sus coetáneos portugueses sintieron
desde el principio la imperiosa necesidad de dinamitar el neorrealismo. Nació en 1934 en Lisboa, y en Lisboa se licenció
en Derecho. Un antiguo verso suyo, uno
de los pocos que guarda en su interior datos biográficos concretos del poeta,
nos recuerda que fue “formado em direito e solidão”, lo que bien podríamos
traducir como “Licenciado en derecho y soledades”. Aquí están, creo yo, las dos
personalidades que comparten la magnífica integridad de Pedro Tamen.
Una de ellas, la que nos va a ocupar en primer lugar,
podríamos denominarla hoy, con esa pomposidad un poco cursi que ha adquirido el
lenguaje profesional, como “gestor cultural”.
Y es que desde el estudiante que fundó un cine-club en los años 50 hasta
su labor como administrador de la prestigiosa Fundación Calouste Gulbenkian,
toda su carrera profesional, dentro del periodismo, dentro de la edición, o
dentro de gestión se ha desarrollado en el ámbito de la cultura. Ahora bien, me imagino la cara de
estupefacción que en los años 50 y en los años 60 pondría cualquier personal
cabal ante esta combinación de palabras, entonces insólita, “gestor
cultural”. Porque hoy resulta normal que
haya personas dedicadas profesionalmente a la cultura, pues existen vías,
cauces, protocolos normalizados de difusión cultural. Pero todas estas vías, estos cauces, estos
protocolos eran mera utopía hace 40 años, en Portugal y también en España. Pues bien, las más importantes vías de
difusión, de expresión o de asociación cultural en su país existen o se han
consolidado gracias al impulso personal de Pedro Tamen, y aún diría más,
todavía conservan el talante abierto, conciliador y altamente eficaz que ha
caracterizado siempre su gestión. Creo
que no me excedo al afirmar que una buena parte de las estructuras culturales
del Portugal contemporáneo fueron pensadas
e impulsadas por nuestro poeta.
Ojo, no sólo por Pedro Tamen, porque Pedro Tamen es un especialista en
co-dirigir cosas, es decir, en compartir y colaborar, seña de identidad de
cualquier gestión cultural que se precie.
Y para corroborar estas afirmaciones que hago recordaré alguna de esas
entidades culturales que conservan su impronta ya para siempre.
En el ámbito editorial, que es el que hoy nos acoge tan
gentilmente en su seno, Pedro Tamen ha dejado un ejemplo decisivo de su buen
hacer. En 1958 empezó a dirigir una
pequeña empresa, Livraria Moraes Editora, que muy pronto se convirtió en un
punto de referencia obligado de la literatura portuguesa contemporánea. En ella empezaron a publicar autores que
después han alcanzado los máximos honores en la literatura universal. Pero me gustaría destacar, sobre todo, su
labor al frente de la colección de poesía de Moraes Editora. “En 1958, -cito- Fidelidade tuvo el
honor de inaugurar la colección Círculo de Poesía de la Livraria Moraes Editora
que pasó a ser el editor de mis libros de poesía”, estas palabras las dejó
escritas Jorge de Sena, sin duda uno de los escritores capitales del siglo XX
en Portugal. La colección que empezaba a
dirigir el joven Pedro Tamen no podía iniciarse de un modo mejor. Y si esta editorial fue un cauce
privilegiado de expresión literaria, no es sin embargo la única iniciativa que
los escritores portugueses le deben agradecer.
Formó parte de la dirección que puso marcha la Asociación Portuguesa de
Escritores, cuya Asamblea General también ha presidido. Constatar este dato, sin embargo, significa
poco, pues tal vez no sepan lo que ha sido en estos años la Asociación
Portuguesa de Escritores para la literatura de su país. Desde las ayudas concretas y eficaces, que
han facilitado tanto la vida cotidiana como la vida creativa de los escritores
en un país pequeño y con recursos limitados, hasta el reconocimiento social del
escritor, que es Portugal, creo, muy superior al que existe en España, son
logros que debemos atribuir también a la Asociación promovida por nuestro
poeta. En este mismo ámbito cabe reseñar
sus años de presidencia del PEN CLUB de Portugal o los muchos años, entre 1975
y 2000, que ejerció la gestión de la prestigiosa Fundación Calouste Gulbenkian.
Otro capítulo igualmente significativo es su extensa obra
periodística. De ella destacaré solo dos
datos. Me gusta recordar su paso por la
dirección de Flama, en los años 60, porque siempre la he tenido como una
aventura paralela a la de “El Ciervo”, entrañable revista barcelonesa. Pedro Tamen convirtió un panfleto conservador
en una verdadera revista de actualidad que habría de llegar tal como él lo dejó
hasta 1976. Y tampoco olvidaré su labor
de crítica literaria en el “Espresso”, semanario que supuso una verdadera
renovación en el periodismo portugués.
Es además, Pedro Tamen, un espléndido traductor, sobre todo
del francés y del español. La mejor
literatura francesa se lee hoy en Portugal de su mano. En 1990 mereció el Gran Premio de Traducción,
que por cierto no luce en solitario dentro de las vitrinas de nuestro
poeta. Esta brillante carrera
profesional y la más luminosa aún obra poética
han sido reconocidas con los principales premios literarios portugueses:
el D. Dinis, el de la Crítica, en Gran Premio Inapa de Poesía. Su obra,
finalmente, ha sido traducida al inglés, al italiano, alemán, húngaro, rumano,
búlgaro, sueco, holandés y también al español, en especial con la edición que
esta tarde estamos presentado. Esta
edición que reúne sus dos últimos libros de poemas. De poemas.
Ya preveía que el otro, el brillante profesional iba a restarle tiempo a
éste, al poeta esencial.
2
Su primer libro, Poemas para todos os dias, se
publicó en 1956, ésta es pues, su fecha de entrada en la historia
literaria. A mediados de los años 50 la
poesía portuguesa se debatía en dos líneas contrapuestas tan enfrentadas entre
sí que apenas dejaban resquicios para respirar al margen. Este es el peligro mayor de las
polarizaciones, rechazar uno de los extremos a veces conduce inevitablemente al
otro. Por un lado, a mediados de los
años 50, se alzaba el discurso poético hegemónico, hoy le llamaríamos el canon,
formado por los coletazos del neo-realismo de escuela europea y por el tono
neo-romántico y confesional, de aire nacionalista, que triunfó en la generación
anterior a Tamen. Por otro lado, entre
los jóvenes causaban furor las neo-vanguardias de cuño surrealista como única
vía de superación del canon. Lo tardío de la influencia, sin embargo, conducía
a un surrealismo que sin temor a infringir una paradoja podríamos denominar
incluso académico. O si lo prefieren,
epigonal. Con los años se ha visto que
aquella oleada surrealista de los años 50 que invadió la poesía portuguesa dejó
también su marca en tres o cuatro poetas auténticos que supieron trascenderla y
llevarla a aguas limpias y originales, pero eso era difícil presentirlo en
aquellas fechas. Entre los dos polos,
el primer libro de Pedro Tamen siguió por otro camino, por un camino que no
existía entonces y que nuestro poeta vislumbró con claridad desde el primer
momento.
Las características
esenciales de la poesía de Pedro Tamen estaban esbozadas en aquel primer
libro. Han cambiado los temas y se ha
oscurecido con los años el tono, pero la singularidad estilística permanece. Su poética se instaló en la orbe de lo
cotidiano. El título Poemas para
todos os dias era algo más que premonitorio. Ahora bien, para expresar esa cotidianidad,
que es lo decisivo, huyó tanto del prosaísmo realista como del ensimismamiento
verbal surrealista, tanto de la desmesura subjetiva como de la irracionalidad vacua. Insertó su mundo cotidiano, sus dos
preocupaciones temáticas mayores entonces eran Dios y el amor, en un contexto
estilístico insólito por su mestizaje: en primer lugar, impulsó una lengua
poética rica, elaborada, incluso
artificiosa que sin embargo no cerraba el paso a la oralidad y al coloquialismo
más directos. En segundo lugar,
incorporó signos verbales claramente de vanguardia, incluso tenues influjos
surrealistas, pero en un marco poético plenamente racional, de una serena
racionalidad que chocaba con la costumbre visionaria y febril de estas
influencias; y en tercer lugar no se avergonzó por usar formas métricas
tradicionales, desde el principio, por ejemplo, el soneto, que va a
consolidarse como una de sus obsesiones formales predilectas. Y es en el seno de estas formas tradicionales
donde emprende la insaciable labor de experimentación métrica que desemboca en
el ritmo seco, contenido, personal, lejos de las dulzuras convencionales del
arte métrico tradicional. También se
podría formular esta característica al revés, su versolibrismo ha contado desde
el principio con un rigor y con una severidad propias de la métrica más
exigente.
A estas tres características formales cabe sumarle otra que
se ha acendrado en el curso de los años: el gusto irrenunciable por los juegos
retóricos con una clara intención conceptual.
Me parece capital subrayar esto: los juegos de palabras, siempre
inspiradísimos, siempre sorprendentes desde el punto de vista fonético, tienen
en el poema todos ellos, todos sin excepción, una razón significativa para
aparecer, para crear nuevas relaciones entre las palabras, siempre
pertinentes. Esta ausencia de gratuidad
en los juegos verbales es otro rasgo de mestizaje estilístico, pues el juego
verbal que en la vanguardia se conforma con los gestos gratuitos, en Pedro
Tamen persigue tercamente la mayor racionalidad del poema, tal vez porque las
raíces de estos juegos de palabras tan afortunados traspasan la mera impronta
vanguardista para caminar hacia el barroco, el barroco conceptista, pues Tamen
ha evitado con gran empeño que estos juegos lancen su poesía en brazos del
culteranismo, y si esto es así, se debe a que esas raíces han ido remontándose
en el tiempo hasta la que es, creo, la influencia que mayor importancia ha alcanzado
en su poética en el curso de las décadas, la poesía clásica grecolatina. Diría algo más, Pedro Tamen ha buscado
reencarnar la actitud clásica –ojo: no clasicista ni neo-clásica, sino
directamente clásica- en el seno de una poética auténticamente contemporánea.
Esta actitud clásica ha tenido también una importancia
decisiva en la manera de afrontar sus temas por parte de nuestro poeta, y aun
de elegirlos. Habíamos señalado ya la
incorporación del mundo cotidiano, es cierto, pero esta inclusión se lleva a
cabo convirtiendo lo cotidiano en tema en sí mismo, es decir, prescindiendo del
filtro subjetivo de raíz romántica. El
yo en Pedro Tamen es siempre una máscara, un grado de elegante
despersonalización, de distancia con el mundo y con sus temas, por más íntimos
que estos sean: Dios y el amor en su primera época, la muerte y la memoria en
los dos libros que hoy presentamos. El
modo de encarar los temas va tomando cada vez más los hábitos clásicos, Guión de Caronte tal vez sea el máximo ejemplo, pues a partir
de un tema y un mito clásico el poeta va dándole la vuelta y explorando sus
matices a través de minuciosas variaciones.
Sobre la índole contemporánea del uso clásico de la máscara poética me
gustaría poner un único ejemplo. El
poema trigésimo sexto de Guión de Caronte se inicia con una afirmación donde aparece
explícito el sujeto poético, el “yo”:
«Quando eu morrer hás-de rezar por mim» (Cuando yo muera rezarás por
mí)... Parece el inicio de una declaración de irreprochable romanticismo, sin embargo,
el lector inmediatamente relaciona esta declaración con el celebérrimo inicio
del “Soneto ja antigo” de Álvaro de Campos, máscara con la que Fernando Pessoa
exploraba su yo más convulso, agitado y superficialmente moderno. Es decir, el yo que irrumpe en el poema ve de
súbito saboteado su subjetividad inherente
por la dimensión intertextual creada por el poeta: el yo no remite al
sujeto sino que se convierte en máscara de otro yo que a su vez es máscara de otro
yo que queda a tanta distancia de la inmediatez y patetismo de la declaración
que consigue desactivar todos sus inmediatos resortes de interpretación lineal,
es decir, subjetiva. Estamos pues, ante
una poética y una práctica artística plenamente contemporánea.
Entre el inicial Poemas para todos os dias y el
postrero Memoria Indescritível , que ahora felizmente podemos leer
también en castellano, Pedro Tamen ha publicado una quincena de títulos con un
ritmo bastante regular: 4 títulos en un primer período, entre 1956 y 1962, 4
títulos durante los años 70, 4 títulos durante los años 80, y 3 en los 90. Con el tiempo han desaparecido los asuntos
religiosos y los amorosos han perdido ímpetu, aunque han ganado hondura, y ha
han aparecido en su lugar los dos temas que van a ser esenciales en la madurez
Pedro Tamen, la meditación sobre el paso del tiempo, el envejecimiento, la
muerte y su necesario vínculo con los misterios de la vida humana. Con los años el poeta se ha hecho también
formalmente más sabio, más dueño de sus recursos, con una capacidad mayor para
sorprender dentro del marco formal que en su día eligió como un camino personal
para romper la monotonías de su época. Y
con los años, finalmente, ha ganado un lúcido pesimismo ajeno a
convencionalismos y consuelos vanos. Los
poemas de estos dos libros ahora traducidos son el mejor ejemplo. Ambos embarcan al lector en sendas
reflexiones crudas e inmisericordes sobre la condición más fieramente humana:
la incertidumbre de la existencia y su sometimiento a la temporalidad y a la
muerte.
Guión de Caronte,
publicado en 1997, sigue los pasos que su título indica: indaga las condiciones
del último viaje por la Estigia, traza
su horizonte imaginativo, imagina la muerte.
Todo ello con una estremecedora frialdad estilística y con una distancia
que lejos de alejar el dolor humano lo acrecienta al objetivarlo en la pavorosa
decoración con la que describe el trato final junto al barquero Caronte. Qué sentir sin palabras, sin memorias, sin
puerta a la que llamar, sin planta a la que regar, sin atardeceres, sin
colores, sin amor... sin muerte siquiera.
Esta imaginación de las variedades de la nada ocupa la parte central del
libro. Pero no menos importante es la
que esboza la imaginería del viaje.
Amparándose en los elementos materiales del mito, el agua, la noche, la
barca, el viento, el barquero, el tránsito... el poeta describe la
indescriptible oscuridad de un modo realmente sobrecogedor.
Memoria indiscriptible,
libro del 2000, no olvida en ninguno de sus poemas el libro anterior. En ese clima inhóspito y tenebroso donde
reinaba Caronte irrumpe, con el compás perdido, pero tenaz, la memoria. La memoria se reviste en este libro de una
pátina que no es la del recuerdo de la felicidad, la esperanza en la vida o la
voluntad del creyente en cualquier creencia.
La de este libro es una memoria que no dudo en calificar como póstuma,
es decir, que se conserva después de que se hayan derrumbado los recuerdos, las
felicidades, las esperanzas, las voluntades y las creencias. Es una memoria que ha resistido como las
paredes en pie de esas antiquísimas casas de campo a todas la inclemencias del
tiempo, a las lluvias y a las nieves que han hundido la techumbre de los
ideales y las vigas de las creencias. Un
poema se cierra con dos versos que definen esta indescriptible memoria: “Ter o
que foi, em mim / é ter esquecido” (tener lo que fue, en mí / es tenerlo
olvidado”). Otro se cierra de esta
manera: “ a pena de viver / nao vale a pena revivê-la” (la pena de vivir / no vale la pena
revivirla). Es una memoria que, de una
manera insólita en la obra de Pedro Tamen, trata de remontarse hasta la
infancia. Los poemas centrales del libro
evocan imágenes y acontecimientos de la niñez, que surgen como vestigios que
habían permanecido ocultos en las bodegas del barco durante años y que sólo
pone al descubierto, dispersándolos, un naufragio. No es, sin embargo, una memoria patética,
pues ahí están la ironía y los juegos verbales, ahí las ocultaciones y la
máscara también en la evocación de la infancia, ahí está la contención métrica
y estilística, y ahí también el ritmo seco y áspero pero de una eficacia
altísima para acompasar el afilado cuchillo con que las palabras nos atraviesan
limpiamente la ardua coraza con la que nos protegemos de la abrumadora
saturación verbal de nuestra época.
Poetas como Pedro Tamen nos ayudan a descubrir las palabras
verdaderas. Gracias, amigo Pedro, por tus poemas; por este pequeño pero
imprescindible volumen que hoy nos hubiera gustado presentar a la ciudad
entera, esa que no se entera nunca de lo verdaderamente decisivo.
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