Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

viernes, 20 de diciembre de 2024

Balada triste del limón | «La casa limón», de Corina Oproae






En esta primera novela, La casa limón (XX Premio Tusquets), la escritora Corina Oproae (1973) ensancha su territorio literario no solo con una experiencia de escritura narrativa, sino también con una mirada hacia la memoria infantil y la época en la que se desarrolló. Aunque su obra poética coincida con los dos temas centrales del libro, el padecimiento y el infortunio, los versos no se habían detenido antes en las concreciones históricas y biográficas que ahora vertebran el relato. De ahí que la novela tenga el interés novedoso de dilatar, tanto en lo formal como en lo temático, una obra literaria de valía.

         La casa limón se presenta organizada en tres partes que no se corresponden con una estructura convencional. La novela se desenvuelve a lo largo del capítulo central, compuesto a su vez de múltiples secuencias ajenas a un orden cronológico que, sin embargo, pautan con precisión tanto el crecimiento de la conciencia infantil de la narradora como el simultáneo proceso de desvelar los datos de la trama. El primer capítulo se reserva para una certera presentación de la protagonista en su exclusivo ámbito de personaje de ficción, lejos de cualquier testimonio biográfico; y el último incluye una coda de madurez, que realiza, ya leído el corpus central de la novela, la operación opuesta, es decir, devuelve la ficción a la biografía que la ha generado. Este juego tan explícito de ida y vuelta entre la memoria y la ficción no suele ser habitual en la narrativa, que tiende a apelar a un único aspecto germinal, no a ambos orgánicamente fundidos.

Esta misma fusión que se manifiesta en lo temático va a caracterizar también el aspecto formal más relevante de la obra, que es la convivencia de un relato memorialista apegado a las circunstancias, aunque expresadas desde una perspectiva infantil, con elementos de origen fantástico. Esta concepción de la prosa que aúna lo vivido y lo imaginado, lo real y lo fantasioso presentado como real, constituye una estimable característica de la escritura novelesca de Corina Oproae y también el principal argumento de su propósito: la creación de una voz narrativa infantil con una dimensión literaria, y que resulte creíble en ambos aspectos.

         Lo fantasioso, por otra parte, se combina con los sucesos narrados en la novela de dos maneras diferentes. Por una parte, mediante la intersección de secuencias que interpretan la imaginación desbordada de la protagonista, pero que se presentan con la misma pauta que los capítulos de narración memorialista. Por ejemplo, el relato convencional de un viaje en coche en el que es la niña protagonista quien conduce y sus padres son los pasajeros; o el espléndido fragmento que empieza con absoluta naturalidad de esta inverosímil manera: «Soy un embrión en la barriga de mi hermana Eva». El texto desarrolla esta idea con lo que se podría denominar la precisa lucidez de la alucinación. En el segundo modo de simbiosis, memoria, sueño y fantasía se entreveran en el relato de los hechos con idéntica naturalidad. La teoría de esta práctica es capaz de enunciarla con claridad la voz infantil protagonista: «De pronto me siento capaz de hacer magia». Y la magia irrumpe a cada momento: «Mamá atrapa la palabra al vuelo y vemos cómo sale de sus ojos un pájaro negro, pequeño y desvalido, que no sabe volar. Lo acurruca en el hueco de su mano y los tres escuchamos en silencio los latidos agazapados de la vida». Y a través de este procedimiento narrativo, como se observa en la cita, Corina Oproae introduce en su prosa un hálito poético que pronto se convierte en una de las características que vertebran La casa limón.

         Se ha adelantado ya el marco temático que aborda la novela y que el título enuncia con vocación de símbolo. «La casa limón» es la vivienda familiar, de una planta, que las autoridades ordenan derribar para alojar a sus residentes en un piso de un despersonalizado bloque de idénticas «cajas de cerillas». El texto transita por los años finales del autoritarismo comunista en Rumanía, y hay alusiones al clima opresivo en el que la población se ve obligada a vivir, pero en todo momento se elude cualquier pretensión testimonial. La toxicidad social del ambiente forma parte de un conjunto mayor, que son los padecimientos vitales que la protagonista va sorteando en la carrera hacia su madurez a través de su empeño en la comprensión de las circunstancias. Y en este asunto, el clima opresivo se mezcla con las enfermedades, con las desfavorables circunstancias, con los abusos infantiles, con las adversidades de todo tipo y en especial las familiares y, sobre todo, con la aparición en la vida infantil del tema que va a marcar también la obra poética de la escritora, la muerte de aquellas personas a las que se ama. Este aspecto temático está encarnado en el progresivo enajenamiento, motivo recurrente durante todo el texto, y en el final del padre de la narradora, para cuya escenificación la novela desarrolla el que tal vez sea su fragmento más impactante, un apresurado e infructuoso viaje en tren para asistir al sepelio. Todo este catálogo de hechuras tan tristes contrasta, como ocurre a veces en algunas baladas tradicionales, con la prodigiosa vitalidad de la voz protagonista, biográfica y literaria al mismo tiempo, que es el acierto fundamental de esta novela y una poderosa razón para su perdurabilidad en la literatura española del siglo XXI. 

Cao Cultura, 29 de noviembre de 2024. Enlace

No hay comentarios:

Publicar un comentario