Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

lunes, 11 de mayo de 2020

Expandir el tiempo | Los poemas de Lars Gustafsson



Lars Gustafsson Puentes. Antología (1962-2016) 
Traducción de Mikael Rydén Cálamo Poesía. Palencia, 2019

No se puede decir que el escritor sueco Lars Gustafsson (1936-2016) sea un desconocido en España. Desde 1986 se han traducido once títulos —la mitad de su obra como novelista— y un libro de viajes, Imagen de Suecia (2018), escrito a dos manos junto a Agneta Blomqvist, su pareja desde 2005. Una de sus novelas, Muerte de un apicultor, ha aparecido en español en tres ediciones (1986, 2006 y 2016) y es sin duda su obra con mayor reconocimiento. Se trata de una narración intimista, fragmentaria, en la que el protagonista entrevera recuerdos de una vida en la que los acontecimientos le apartan paulatinamente de una sociedad en pleno apogeo y un presente de extrema soledad frente al dolor que le produce una enfermedad que se niega a que le traten, como una de esas abejas que encuentra muertas en el panal sin que al conjunto le afecte demasiado. La visión lírica de esta novela es intensa, y el mismo Gustafsson fue autor de una obra poética importante, con dieciocho de títulos, que solo ahora, con carácter póstumo, es por primera vez recogida en una antología y traducida al español. El traductor, Mikael Rydén, es un profesor sueco de español cuyo esfuerzo y mérito vale la pena destacar.
     Hay un poema de Lars Gustafsson, que Rydén no recoge en Puentes, traducido y reproducido en diversas páginas de la red, que se ha convertido en emblema de su poesía: «El silencio del mundo antes de Bach». Se trata de una prodigiosa evocación de los sonidos que la música de Bach descartó para siempre. Es un poema brillante, de un culturalismo álgido, lúcido, y una construcción tan diáfana como precisa. De hecho, así son sus grandes poemas culturalistas, que es donde mejor se advierte la novedad poética de Gustafsson: su teoría de una percepción sensorial a contracorriente. No habla de Bach su poema —lo que seguiría la corriente culturalista—, sino de la singular belleza de la imperfección del sonido antes de su música. Posee la destreza de convertir los ejemplos culturales en contraejemplos.
    El poema «Un paisaje» es una inquietante lectura de la transformación topográfica del mundo. En este recorrido «A menudo leemos sobre el pasado. / Leemos sobre los muertos, / no sobre los aún no nacidos […] / Los aún no nacidos pueblan el mismo laberinto». El tiempo de esta visión panorámica del paisaje, de repente, no es solo el pasado y el presente, sino el tiempo que ha de llegar e incluso el tiempo desconocido, el de «la madriguera del topo, oculta bajo la hierba». Esta amplitud del campo de la percepción hacia lugares y tiempos inesperados, ciegos para la mirada de la época —por ejemplo, el yo deflagrado del existencialismo— reviste su poesía de un raro optimismo y también de una ironía profunda, de raíces filosóficas.
    Célebres son los poemas donde exalta la naturaleza, como el que dedica a los caminos de su región de origen, «Balada de los senderos de Västmanland». Una vez ha descrito su belleza natural, descubre su secreto valor para quien los recorre: «¡Lo ha hecho todo / antes tantas veces!». Es decir, un camino es el mejor guía: «escribimos los senderos y los senderos perduran / porque son más sabios que nosotros». De esa percepción contracorriente y ampliada se deriva una primera consecuencia, la humildad del poeta ante el mundo. La perspectiva de la abeja obrera dentro del panal. Nada hay más nimio —y sorprendente— que quien deja de mirarse el ombligo de abeja reina.
    Esta percepción del tiempo como un entramado que no se detiene en los individuos le sugirió en la vejez hermosas metáforas. El poema «Y llegué a una plaza», de 2002, cuanta cómo juegan unos niños a pelota mientras el poeta entra en la casa y cómo dentro «Indeciso, ausente, / les pasé el balón. / Entre las paredes resonantes». El tiempo de quien lo acaba también es el tiempo que nace. Y de ahí los tres bellísimos poemas de amor con los que se cierra esta antología, extraídos del mismo libro de un poeta de 66 años que, como si tuviera 16, elige para el fin del mundo la «sonrisa / que trasluce el brillo de tus ojos».

[Clarín nº 146. Marzo-abril, 2020]

No hay comentarios:

Publicar un comentario