Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

domingo, 16 de agosto de 2020

Efecto Doppler. Los haikus veloces de Jesús Aguado



Jesús Aguado 
Completamente siendo 
Luces de Galibo, Málaga, 2020

Completamente siendo es el tercer volumen escrito en haikus por Jesús Aguado. Le precede Algunos haikus (o no) desde la nada (2007) y, más reciente, Paseo (2017). Los tres tienen algo en común, son instantáneas del transcurrir. El primero es una colección de polaroids de las calles de Benarés. El tono parduzco en los colores con los que retrata la vivacidad de la ciudad india (animales, caos, paradojas) se justifica en el título, el matiz existencialista que está en los mejores haikus: «Con sus patitas / la cucaracha muerta / sostiene el cielo». 
         Paseo y ahora Completamente siendo reúnen también una colección de instantes de vida. Incluso el sentido existencialista de su poética se hace explícito en Paseo: «Escribo un haiku / en el arroyo breve / y se lo lleva». Pero el tono de este conjunto trasciende la pesadumbre de la «nada» y la convierte en un motivo esencial del disfrute: «¡Ancho vacío / que respiras en mí / cuando camino!». Los colores, ahora más vivos y joviales, siguen hablando de animales, del sentido paradójico de la realidad y del desorden como germen del significado, pero las sensaciones son opuestas, el «vacío» se muestra ya pletórico de contenidos: «Hay dos camisas / secándose en el sauce. / Risas menudas». La nada no es un túnel —la muerte ya no sostiene el cielo—, sino el gran espejo tendido al borde del camino, pero no para observarlo y describirlo, sino para adentrarse en él porque es el camino por el que [yo] paseo. Porque, de hecho, no hay camino (trascendencia), solo su espejo (la nada), y la poesía y la filosofía no están fuera lamentándolo, sino dentro de ella, recreándola. El poema «Dice Kabir», publicado en 2019, enuncia con claridad y de un modo rotundo esta poética, casi en forma de manifiesto («en el centro del mundo ya no hay mundo. / En el centro del mundo / cada cosa es su dios»). Y los haikus son la puesta en práctica más directa de esta concepción poético-filosófica: «Mil pensamientos / disolviéndose en uno / y éste en la nada».
         Completamente siendo, es un heptasílabo que dos pentasílabos convierten en uno de los haikus del libro. Antes: «Estos viñedos» (es decir, el mundo). Después: «a la intemperie» (es decir, en el Vacío). En el centro, el título: expresión absoluta del ser en una realidad que está solo en sí misma, desdeificada, en su intemperie. En la sucesión de los títulos de los libros de haikus hay una gradación de intensidad significativa: nada-paseo-ser, que podría marcar también la evolución del pensamiento poético de Jesús Aguado en su última época, es decir, la que alcanza hasta el momento presente.
         Paseo y Completamente siendo comparten esencia. El primer haiku del libro más reciente es casi un tratado de filosofía: «El pino muerto / que cosen las chicharras / al mar, al sol». Lo que varía entre uno y otro título es la condición espacio-temporal de la escritura. Y la diferencia resulta significativa. Paseo estaba construido sobre la unidad de espacio que trenzan los pasos al caminar y sobre el ritmo pausado de los encuentros significativos. Una nota final de Completamente siendo señala que los «haikus fueron escritos, en algo menos de dos semanas, en…» y cita diez emplazamientos peninsulares —más uno insular— que trazan una diagonal sobre el mapa. Once lugares en dos semanas, ochenta y seis haikus. A una media de seis haikus al día y 1,3 días por lugar. El espacio y el tiempo no son ahora los del paseo y la mirada fotográfica, sino del recorrido. Propios de una road movie: «En la señal / de prohibido dos / gorriones breves».
         Los haikus de Completamente siendo no se remansan en la contemplación; al contrario, parecen escritos bajo una suerte de efecto Doppler literario, que no afecta al observador, sino a lo observado cuando quien observa se mueve a cierta velocidad: la fuente modifica su significado inerte cuando quien mira lo capta desde la dinámica de su propio movimiento. Por ejemplo, en el haiku: «En el arcén / danzan los papelitos / del desamor», es el movimiento del observador el que modifica la condición de los «papelitos» (danzan) y les otorga un sentido que al mismo tiempo transforma su condición estable de desperdicio trivial y nutre su interpretación: desamor. En otro haiku, con la velocidad, lo observado ni siquiera acaba de aparecer completo en la palabra que lo designa, y fruto de esa distorsión brota la sorpresa del significado: «¿Espantaqué? / los pájaros se comen / las certidumbres.»

[Clarín nº 148. Julio-Agosto, 2020]

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