José Manuel Benítez Ariza nació en
Cádiz. En 1963. A los veinticinco años publicó un primer libro de versos, Expreso y otros poemas, y poco después
un segundo título que le otorgó notoriedad dentro de su generación, entonces
incipiente, Las amigas (1991). Desde
entonces han ido apareciendo nuevos títulos que muestran una trayectoria
creativa creciente, en la que los tres últimos, Panorama y perfil (2014), Arabesco
(2018) y Realidad (2020), una suerte
de trilogía sobre la conversión del caos circundante en reflexión, consolidan
una mirada sobre lo real que describe, ironiza y, sobre todo, medita con
serenidad sobre la efervescente condición humana.
La poesía ha sido también el centro de
gravedad de su obra como escritor. Autor de cinco novelas, las tres últimas
forman un conjunto unitario, Trilogía de
la transición (2018), que es un manifiesto biográfico y el retrato de una
época —final de los 70, inicios de los 80— de extraordinaria intensidad social
y literaria: «Una excelente crónica generacional escrita por alguien que estuvo
allí», ha afirmado la crítica. También ha escrito cuatro volúmenes de relatos,
diversos ensayos —entre los que destaca Un
sueño dentro de otro, sobre la poesía de Edgar Allan Poe (2014)—, crítica
de cine y diversos volúmenes con sus diarios y prosa memorialista, que se
alternan con la edición en la red dentro del blog Columna de humo.
El galardón en el 2º Premio de Poesía
Lorenzo Gomis le ha correspondido al texto presentado con el título «La
primera», cuya plica desveló la autoría de José Manuel Benítez Ariza. Se trata
de un poema breve. Escrito en verso blanco y sin esquema fijo, alterna los
metros propios de la escritura poética, con un leve dominio del endecasílabo (seis),
combinado con eneasílabos (cuatro), heptasílabos (cuatro) y alejandrinos (tres).
Diecisiete versos con una métrica que afianza el ritmo poético, pero también favorece
un modo de fluir sin uniformidades, propio de la silva blanca, que se adecúa
bien a la descripción reflexiva.
Llama la atención la inusual palabra
inicial, la adversativa «pero», que señala una oposición con una frase que no
aparece escrita en el poema, es decir, una elipsis que resulta determinante
para presentar la descripción que sigue como un acontecimiento ajeno a cuanto
ocurría hasta ese momento. El verso 14 proporcionará una leve pista de este
fuera de campo inicial, un «Nosotros» cuyo coche ha sido «detenido» por un hecho
imprevisto: la irrupción en la calzada de un rebaño de ovejas que abandona el
redil.
El poema, al completo, es la narración
de un instante. A partir de una localización geográfica, un paraje de las
sierra gaditana, los versos detienen el tiempo de un implícito viaje en coche
para describir los mínimos movimientos que se perciben (una angarilla que se
abre, una oveja que cabecea, el polvo que se levanta) y las sensaciones
sensoriales que despiertan (un «olor cordial», el sonido de los cencerros en «el
silencio denso»). Se eluden en el detalle otros aspectos del contexto, no hay
pastor ni paisaje, lo que condensa el valor metafórico del «paso del rebaño».
Esto es lo que el poema dice, pero ¿qué
significa? El clímax se podría situar en la última palabra del penúltimo verso:
«entresoñamos». El siguiente es la salida «del trance» con la irrupción del
elemento que rompe la burbuja sensorial que la imagen había creado, «los
ladridos». Este abandono de la realidad durante un instante, a través de otra
realidad inesperada que la convierte en sueño, se presenta como el significado
principal del poema. Y ¿cómo se puede interpretar? Sin duda, como una epifanía.
Cada lector le puede dar el valor personal que desee, una vez la anécdota ha
sido transformada con el poema en categoría. Hay en el devenir ocasiones que de
repente descubren, con «trance», aspectos reveladores de la profundidad real
del modo de acontecer la vida, ante los que rutinas y prisas ciegan.
No es un poema que hable de cómo se
escriben versos, pero todo buen poema contemporáneo admite una interpretación sobre
la esencia de la poesía. El rebaño que sale de redil y de repente detiene el
acelerado curso del tiempo sobre la carretera es también símbolo del propio
poema, cuyo entresoñar, en lo
inesperado de la lectura, despierta en el lector melodías, sensaciones y
designios que parecían olvidados.
[EL CIERVO nº 791. Enero-febrero, 2022]
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