«Cuaderno
negro» es el subtítulo de este cuarto libro, La insistencia (2025), que Jordi Doce (1967) dedica a la escritura
al margen de la escritura, que es la función primordial de los blocs de notas
que suelen acompañar la tarea del poeta, con breves apuntes, gérmenes de ideas,
alguna perspicacia, citas y de vez en cuando, un dibujo. A este conjunto de caligrafía
esporádica Walter Benjamin lo denominó taller
del escritor y confesó gran interés por su práctica. La mención en el
subtítulo al color, por otra parte, tiene menos relación con los cuadernos que
realmente se hayan utilizado que con las citas que el autor recoge de otros
escritores sobre el protagonismo de sus cuadernos
negros. Y su sentido profundo lo dejó Doce ya claro en el primero de sus
libros de anotaciones, Hormigas blancas
(2005), en la cita que lo abre, de un poeta de obra breve, pero clarividente,
Serafín Senosiáin, que vale la pena recordar ahora: «Incapaz de construir un
pensamiento construyo ráfagas, líneas, huidas». Es decir, no un pensamiento,
sino sus improvisaciones. Concepto
que tampoco se le escapó a Benjamin al observar la contemporaneidad que le
rodeaba: «Hoy en día, nadie debe empecinarse en aquello que “sabe hacer”. En la
improvisación reside la fuerza». Y estos cuatro libros —junto al citado, Perros en la playa (2011) y Todo esto será tuyo (2021)— conforman un
corpus, que La insistencia consolida,
de pensamiento en fuga con un valor literario y filosófico incuestionable:
supone la suplantación de la centralidad creativa por la escritura marginal, a
ráfagas, en mosaico, desafiando lo que se
sabe hacer. Poeta y ensayista, la obra de Jordi Doce crece también desde
sus cuadernos negros.
A esta escritura de la brevedad se le aplica,
en sentido genérico, el término aforismos.
Y de hecho Doce es autor de algunas piezas en este género memorables. Incluso
meta-aforísticas: «También hay palabras misántropas. Forman aforismos». Pero
sus fragmentos, que es una
denominación más precisa, destacan por la tremenda variedad de géneros a los
que pertenecen y el libro —el cuaderno— cohesiona manteniendo sus
peculiaridades de origen. En efecto, hay muchos aforismos, pero también se
distinguen versos (o mejor, poemas monósticos), e incluso hay un poema al lado
de páginas de diario personal, sentencias, abundantes citas poéticas, hay
fragmentos líricos y otros narrativos, también microensayos y microrrelatos,
comentarios, confesiones, formula poéticas y conjeturas metaliterarias,
autorretratos y autocríticas, evocaciones memorialistas, sueños, que combina
con lúcidas observaciones de historia literaria, de crítica social, de sensibilidad
animalista, de sociología. El género literario de este «Cuaderno negro», se
puede afirmar en estilo pessoano, incluye todos los géneros.
Si bien en la composición de La insistencia el autor recurre a cuantas
melodías y estilos encuentra disponibles, en la construcción de su significado
opera el impulso contrario; de la lectura de lo fragmentario y de lo diverso
emerge, sin embargo, un sentido denso, en singular, incluso elaborado como un argumento. El significado central del
libro conforma el retrato conmovedor de una biografía herida por diferentes
flancos. En la memoria, la huella aún latente del conflicto con el padre; en lo
personal, un intenso duelo (es impresionante la página que dedica a la ropa de
su esposa fallecida); en lo social, la precariedad de situaciones y de
relaciones; en lo esencial, el desamparo y la vulnerabilidad intrínsecos a lo
humano. En lo literario, también, una lúcida conciencia de desplazamiento:
«Siempre fue el tiempo —la época— de otros, incluso cuando era mi tiempo».
Sobre este significado singular, actúa soterrado en el conjunto del libro un
argumento, cuyo valor primordial luce desde las dos citas iniciales, en
especial la de Hannah Arendt: «el ser humano… ha nacido… para comenzar una y
otra vez». En él prende también el significado profundo del título, La insistencia, a la vez literaria —la
de la escritura— y existencial —la de la vida que recobra la conciencia de sí
misma: «Algo va mal. Todo lo que perdimos por el camino no puede ser más peso
en la maleta». Es decir, descubre y muestra el modo de preservar sus espacios:
«Procurar que los caminos menos transitados no se borren del todo puede ser
tarea suficiente». Así se urde el argumento de La insistencia, protegiendo de las
catástrofes las veredas por donde seguir pensando.
A esta escritura de la brevedad se le aplica,
en sentido genérico, el término aforismos.
Y de hecho Doce es autor de algunas piezas en este género memorables. Incluso
meta-aforísticas: «También hay palabras misántropas. Forman aforismos». Pero
sus fragmentos, que es una
denominación más precisa, destacan por la tremenda variedad de géneros a los
que pertenecen y el libro —el cuaderno— cohesiona manteniendo sus
peculiaridades de origen. En efecto, hay muchos aforismos, pero también se
distinguen versos (o mejor, poemas monósticos), e incluso hay un poema al lado
de páginas de diario personal, sentencias, abundantes citas poéticas, hay
fragmentos líricos y otros narrativos, también microensayos y microrrelatos,
comentarios, confesiones, formula poéticas y conjeturas metaliterarias,
autorretratos y autocríticas, evocaciones memorialistas, sueños, que combina
con lúcidas observaciones de historia literaria, de crítica social, de sensibilidad
animalista, de sociología. El género literario de este «Cuaderno negro», se
puede afirmar en estilo pessoano, incluye todos los géneros.
Si bien en la composición de La insistencia el autor recurre a cuantas
melodías y estilos encuentra disponibles, en la construcción de su significado
opera el impulso contrario; de la lectura de lo fragmentario y de lo diverso
emerge, sin embargo, un sentido denso, en singular, incluso elaborado como un argumento. El significado central del
libro conforma el retrato conmovedor de una biografía herida por diferentes
flancos. En la memoria, la huella aún latente del conflicto con el padre; en lo
personal, un intenso duelo (es impresionante la página que dedica a la ropa de
su esposa fallecida); en lo social, la precariedad de situaciones y de
relaciones; en lo esencial, el desamparo y la vulnerabilidad intrínsecos a lo
humano. En lo literario, también, una lúcida conciencia de desplazamiento:
«Siempre fue el tiempo —la época— de otros, incluso cuando era mi tiempo».
Sobre este significado singular, actúa soterrado en el conjunto del libro un
argumento, cuyo valor primordial luce desde las dos citas iniciales, en
especial la de Hannah Arendt: «el ser humano… ha nacido… para comenzar una y
otra vez». En él prende también el significado profundo del título, La insistencia, a la vez literaria —la
de la escritura— y existencial —la de la vida que recobra la conciencia de sí
misma: «Algo va mal. Todo lo que perdimos por el camino no puede ser más peso
en la maleta». Es decir, descubre y muestra el modo de preservar sus espacios:
«Procurar que los caminos menos transitados no se borren del todo puede ser
tarea suficiente». Así se urde el argumento de La insistencia, protegiendo de las
catástrofes las veredas por donde seguir pensando.
Cao Cultura, 31 de octubre de 2025. Enlace.

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