DESTIEMPO, de Teresa Shaw
Biblioteca íntima nº 8, March editor, Barcelona, 2003
De la llegada de jóvenes hispanoamericanos a España en los años 70, huyendo de un calvario político, ha surgido una constelación de poetas que, pese a contar con orígenes directos, nacionalidad y el hecho de haber escrito y publicado su obra casi íntegramente en este país, la historia literaria convencional no se atreve aún a acogerlos e incluiros donde deben estar, entre lo mejor de nuestra poesía contemporánea. Es el caso de Teresa Shaw, nacida en Uruguay en 1951 y barcelonesa desde 1976, autora de un libro, Destiempo, cuya importancia no le ha pasado desapercibida, por ejemplo, al poeta y crítico Jaime Siles, que firma un prólogo entusiasta e iluminador. Siles analiza la complejidad de los procesos técnicos de Teresa Shaw, que denomina con acierto «realismo trascendente», y los enfrenta al realismo meramente descriptivo de la poesía actual en España.
Lo primero que llama la atención en Destiempo es su ubicación en un punto indeterminado entre la expresión concreta, por evitar la palabra «realismo», y la expresión abstracta. Este punto de inflexión extraño es lo que busca definir el oxímoron crítico de Siles —realismo trascendente—, y que la autora define en un verso con mayor brillo: «el orden de lo incierto». Este es un buen lema para su obra. El poema donde se lee este verso trata de aquellos que, tras una guerra, regresan a su tierra devastada: «Como animales taciturnos, / repatriados al orden de lo incierto». Y este es posible que sea, simbólicamente, el punto de vista desde el que se ha escrito el libro, y también su mayor novedad.
La tradición poética ha prestigiado una dirección del pensamiento que prende en un hecho real (las «dulces prendas» halladas por el mal de Garcilaso) para después evocar una reflexión abstracta (el «morir entre memorias tristes»); en otros casos, la abstracción se nutre a sí misma. Pero en Teresa Shaw se adivina una dirección inversa: es la abstracción la que regresa al instante concreto, obligada por la brutalidad con la que este irrumpe en la estancia reflexiva. La primera parte, titulada como el libro, es modélica en este sentido. Un poema que presenta el esquema opuesto al de Garcilaso, empieza con esta reflexión: «Aún puedo gozar / lo que muere en mí», y concluye —no empieza— con la irrupción de la realidad: «qué lejos / el frente». El texto se titula «Amanecer en Pervomaiskoye». Las guerras balcánicas —la experiencia directa de la guerra real para una generación sin guerras— representan el punto de sutura brutal entre la abstracción y la realidad. Pero no se trata de la elaboración de un discurso, es solo una palabra la que determina la raíz ásperamente real de la reflexión: «Delante, la alambrada, nosotros».
Un poema extenso, en la segunda parte, proporciona otra clave en ese «orden de lo incierto»: «Lo que cuenta / no es la muerte de un hombre; / es el cuerpo que deja / abandonado en los márgenes / su materialidad esculpida». La realidad material que lúcidamente acotan los poemas de Teresa Shaw es aquella que ha perdido, por la experiencia de la guerra y de la muerte, su consistencia, su significado: «Oigo las voces / de los hombres que comercian, / pero sé que detrás no hay nadie». Es una realidad póstuma; pero que al mismo tiempo actúa como catalizador del mundo, del universo («Por un puñado de piedras, / las cuatro paredes del universo»), de ahí su valor metafísico. Esta paradoja —una materialidad yerta capaz, sin embargo, de activar el sentido del universo— es la que proporciona una esencia incierta a las certidumbres de la realidad.
[El Ciervo nº 635. Febrero de 2004]
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