LO SOLO DEL ANIMAL, de Olvido
García Valdés
Tusquets Editores, Barcelona,
2012
En ocasiones
la tradición ha enfrentado una poesía de dicción concreta, que se sustenta en
los hábitos de la descripción y del relato, a otra de dicción abstracta que
anhela, a partir de esa evidencia que se da por obvia, la construcción de un
pensamiento. Un poema de Olvido García Valdés (1950), en la página 125 de Lo solo del animal, contempla ambas
formas. Los primeros versos describen una estampa rural con «hombres
desconocidos, sonoridad / ajena de la lengua, a lo lejos, al otro / lado del
río…»; luego, tras escanciar dos versos, aparece la traslación abstracta de lo
observado: «se hacen signos lo seres / cuando se desconocen, modo / del
desamparo».
Este paralelismo entre una y otra
dicción no es frecuente en su escritura, pero sí ejemplifica bien su manera de desmantelar
la vieja disyuntiva. En el poema lo concreto y lo abstracto se corresponden, aunque
en su obra no se presentan con este paralelismo, sino como una oscilación. Lo
escrito oscila entre descripciones y relatos («¿Cómo pueden, pregunto tras
hacer relato, cómo pueden…»), y una dicción abstracta, elíptica, gnómica en
ocasiones («la devoción nos deja inermes, carece / de propiedad de simetría»),
y en otras con un tenue hermetismo que en lugar de excluir al lector, siempre
le ofrece sugerencias en el límite de la comprensión, donde suele situarse la
mejor poesía.
Lo
solo del animal es un ejercicio de contemplación de lo inmediato. Lo
primero que destaca es la atención hacia los sonidos cotidianos que acompañan y
pautan la vida. De hecho, las descripciones surgen a partir de lo escuchado
antes que de lo visto. Esta inmediatez es captada como una imperceptible
transformación. Muchos poemas están fechados en febrero y marzo, meses que
deshacen el invierno sin anunciar la nueva estación, y se ubican en una casa y en
un jardín donde se vive sin excesivas pertenencias, sin el peso de la memoria,
casi de paso, o recién llegado o a punto de partir, y a donde, tal como sugiere
el título, se acercan todo tipo de animales. A lo largo del libro hay
espléndidos poemas entomológicos, otros ornitológicos, una pequeña colección
felina y algunas lúcidas observaciones sobre reptiles. Todos estos animales
resultan mínimos emblemas de la soledad: «Ella quedaba, el animal / en brazos,
hosca en sí misma a causa / de la distancia…».
El Ciervo nº 737. Septiembre-octubre de 2012
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