Cuando apareció Las afueras
(1997), primer libro de un poeta joven y
desconocido, publicado por una editorial recién fundada, DVD ediciones, como número 4 de su colección
de poesía, era fácil presagiar que iba a compartir destino con otros muchos
libros, a veces notables y con frecuencia publicados en colecciones
consolidadas, que parece como si nunca hubieran existido. Lo sorprendente fue
que en poco tiempo Las afueras pasó
por todas las etapas «orgánicas» de los libros que existen: tuvo crítica en
diarios y luego en revistas, mereció algún premio y acabó en las negritas de
los columnistas, que es la prueba más certera de que el libro ha saltado la
urna de la librería y está en la calle.
Sin duda lo que debió sorprender de la poesía de Pablo García
Casado (1972) es su capacidad para combinar y fundir elementos formales y temáticos —en
la mejor tradición renacentista—, y la diversa, y aun opuesta, procedencia
literaria de estos.
El libro aparece concebido como un conjunto unitario cuyas
partes están sutilmente trabadas gracias a ciertas recurrencias formales, que
establecen vínculos entre los poemas de las cinco secciones, y a una tenue
trama argumental de índole narrativa: los períodos de un amor. Por encima de
esta estructura, la voz que suena en Las
afueras no aparece comprometida con un «yo» lírico, ni real ni ficticio,
sino con un «yo» que se podría denominar temático,
es decir, que depende exclusivamente del tema elegido. Y el tema de Las afueras es la expresión del amor
contemporáneo, más sociológico que sublime, que se concreta en la feliz
metáfora de los actuales lechos de amor: los coches aparcados en las afueras.
Esta decisión temática no sólo alienta el «yo» disperso que habla en los
poemas, sino que también vertebra todos los matices semánticos del conjunto,
desde el discurso irónico y vagamente crítico hasta el sentimental (la
soledad...). Y éste es uno de los aciertos del libro. Sólo una parte, «El poema
de Jane», posee un sujeto lírico autónomo: una voz femenina que habla desde la pasión
traicionada.
Del trabajo formal desarrollado en Las afueras depende la eficacia de sus intuiciones temáticas.
García Casado se siente cómodo en una composición propia de siete versos
distribuidos en 3-3-1, donde el verso final actúa como anticlimax irónico (y
alguna vez dramático). En la lengua poética del libro destacan los elementos
procedentes de la oralidad; no obstante el diálogo, la espontaneidad
lingüística y aún el argot —comunes en la poesía contemporánea— aparecen aquí
sometidos a un riguroso trabajo de compresión casi esencialista, en el que
sorprendentemente las elipsis y las yuxtaposiciones sistemáticas mantienen y
acrecientan la vivacidad de un discurso oral una vez rotas y desintegradas las
normas lingüísticas de la oralidad. Y esta paradoja es otro de los aciertos de
este singular libro.
[2007]
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