Un raio ardente e
paredes frias
Inês Dias
Averno, Lisboa, 2013
La
aparición de la obra poética de Inês Dias en el panorama literario portugués ha
resultado súbita y sorprendente. Se podría afirmar que ha sido una aparición
tardía, no tanto por la edad de la autora, como por su experiencia. Solo
publica el primer libro, Em Caso de
Tempestade Este Jardim Será Encerrado, en 2011, tras casi una década
coeditando libros de poesía y codirigiendo una revista literaria hoy por hoy
imprescindible, Telhados de Vidro. Esto
tal vez justifique que, tras el primero, su segundo, In situ, y este tercer libro,
Un raio ardente e paredes frias, han seguido el paso de los años. Y también
explique la consistencia, la coherencia y la madurez de la voz lírica que
escribe en los tres.
La poesía de Inês Dias podría
emerger a partir de la afirmación de un verso de este libro: «Así de frágil es
la memoria del presente». En la paradoja que se desencadena al juntar «memoria»
y «presente» prende el propósito que anima muchos de sus poemas desde el primer
libro. Unos relatan pequeños acontecimientos, situaciones o visitas —casi
siempre desde un «nosotros» que en ocasiones posee un claro aire generacional y
en otras parece un plural amoroso—, otros evocan personajes —en tercera
persona— y los que utilizan la primera persona con frecuencia son poemas no de
amor, sino sobre el amor desde sus paradojas (uno de estos tiene el
significativo título, casi medieval, de «La jaula»). Este marco argumental es
el que se sitúa en el presente, ahora bien, su tratamiento adquiere las
dimensiones verbales de la memoria. Como si al vivir un hecho la mirada se
despegara de su vivencia para contemplarlo desde la distancia del tiempo. El
poema «La caza», por ejemplo, describe un regreso en la mañana del domingo,
tras una noche inesperadamente feliz («La alegría fue un disparo / en la
niebla…»), pero concluye con una imagen que interpreta el presente del hecho
relatado con una perspectiva de tiempo casi abismal: «Regresábamos, al final,
aún juntos, / cargando la belleza no explicada / —y cruel, claro— / de la
coincidencia entre el vuelo / y la muerte con manos de musgo.» Es decir, la
«belleza» de ese encuentro casual posee la crueldad de juntar la libertad del
«vuelo» con la dulce «muerte» de la libertad que el amor provoca. Conclusión
esta que exige una distancia temporal casi de una vida en relación al tiempo,
tan concreto —un amanecer de domingo—, del hecho narrado.
En el poema «Vals sombrío», uno de
los más estremecedores del libro, se logra el mismo efecto de desmembración
conceptual del tiempo implícito en el poema con un recurso enteramente opuesto.
Se trata de uno de los poemas que evocan personajes. Retratados con técnica
impresionista a través, sobre todo, de comparaciones que resultan ajenas a la
persona evocada, de repente el poema condensa su esencia en un único detalle.
En este texto: «Ella le llama cariñosamente / ladroncito, bárbaro, / mi segundo cáncer». A partir de aquí el
tiempo se alza, entre el pasado y el futuro, como la inminencia del final. Que
el último verso, inesperadamente, aplaza: «Un abandono suave». Invierte la
indefectible perspectiva temporal que la enfermedad le otorga al personaje, de
vida mortal, con un repentino regreso a un presente casi petrificado, aquel en
el que lo importante ya no es lo esperado en el curso del tiempo, sino el hecho,
memorable, de que no importe que
llegue: «Un abandono suave». Es decir, invierte los términos de la paradoja:
ahora es un presente que se convierte en su única opción de memoria.
La propia Inês Dias, en otro poema, encuentra una exacta imagen para esta escritura que, de una manera u otra, coloca siempre en paralelo la doble concepción del tiempo desde donde actúa verbalmente: «que la realidad solo se deja escribir / … / con la disponibilidad cándida de un lápiz, / afilado por ambos lados...». Ambivalencia necesaria para que la comprensión de la realidad soslaye la trivialidad descriptiva y alcance, con el cruce de los tiempos, una hondura poética que revele lo oculto.
La propia Inês Dias, en otro poema, encuentra una exacta imagen para esta escritura que, de una manera u otra, coloca siempre en paralelo la doble concepción del tiempo desde donde actúa verbalmente: «que la realidad solo se deja escribir / … / con la disponibilidad cándida de un lápiz, / afilado por ambos lados...». Ambivalencia necesaria para que la comprensión de la realidad soslaye la trivialidad descriptiva y alcance, con el cruce de los tiempos, una hondura poética que revele lo oculto.
Caravanssari nº 5
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