Diario de la urraca (cuaderno paulista)
Col. Mangos de Hacha. Universidad Autónoma de Nuevo León.
Monterrey. México, 2013
«Tengo una urraca que lo mira
todo.» Este es el primer verso del Diario
de la urraca (cuaderno paulista), obra de Rodolfo Häsler (1958), poeta
cubano-suizo —nacido en Santiago de Cuba, tiene ascendencia suiza y vive desde
niño en Barcelona— que reúne en su biografía una aversión a las fronteras que
se ha convertido en signo de su poesía.
Infatigable viajero —este libro es un ejemplo—, lo es por el espacio,
pero también por el tiempo. Su obra concierta referentes de las civilizaciones
antiguas, de la mitología clásica occidental y de la popular de tradiciones
orientales, culturas del norte y del sur. Ningún símbolo, se diría, le es
ajeno. Es más, en su forma de pensar, cada significado es la acumulación de
cuantas referencias culturales han sedimentado en él al paso de las
civilizaciones. Unos versos de un poema anterior, «Sueño del obelisco», se leen
como emblema de su poesía: «No dejarás de viajar, barrido por el viento, de
Delfos / hacia Egipto, Persia, hasta el ojo de Varuna, Surya, / el que todo lo
ve». Esta acumulación de significados en ocasiones, como en estos versos,
aparece de manera explícita, pero en la mayor parte de sus poemas está
asimilada a una forma de mirar lo concreto, donde prende su escritura. Uno de
los Poemas de la rue de Zurich (2000)
da la clave de esta poética: «El espíritu del génesis se eleva a partir de lo
tangible / y no concibes la vida sin alabanza ni regeneración».
Dicho de otra manera, la mirada
poética renace en cada visión. En São Paulo, la gigantesca urbe brasileña, la génesis
provocada por lo contemplado se encarna en una urraca, «quizá un azar /… /
sobre un montoncito de hierba de Ibirapuera». La urraca es una ave con claras
reminiscencias medievales. Algunos elementos simbólicos del libro la acompañan
en este cometido: torre, castillo, hoz. Son algunos de los referentes con los
que Rodolfo Häsler inicia su particular camino de comprensión poética de la
megaciudad. Que, paradójicamente, empieza «en el café Brahma», de espaldas a
las imágenes de la realidad, escondiéndose de ellas. Acaso por una razón
nuevamente paradójica: «Todo es revelador».
La urraca «que todo lo mira»
está «ciega». Aquí se produce el arranque simbólico de este Diario de São Paulo,
que va a marcar el recorrido poético del libro. El ave es lo «tangible» de
la visión («la urraca levanta el vuelo al mínimo aspaviento») y al mismo tiempo
el significado de lo observado («Al ver a la urraca supiste cuánto se puede /
amar»). Es encarnación del poeta («¿Qué luce en su cabeza?» empieza
preguntándose la anotación sobre «El poeta») y también su memoria («Una frase
atrevida… / convoca la cosmología de la urraca»). Pájaro que sobrevuela la
ciudad en la primera sección y símbolo del «seco tiento de la ceniza» en la
segunda.
Con estas claves, paradójicas y
ambivalentes («la duplicidad es un aguijón que se hunde en ti»), los poemas
desgranan el laberinto de referencias que São Paulo convoca en Häsler. A
diferencia de los cronistas convencionales de la ciudad, que recurren a la
estampa descrita como marca y a la colección de postales como
encadenamientos de la experiencia, el Diario
de la urraca muestra los entresijos ocultos de la aventura interior,
símbolos y memoria entrelazados, del recorrido ciego hacia el interior de quien
ha salido a ver al exterior, un héroe de una épica devastada que solo encuentra
vestigios en el vuelo huidizo de una azarosa urraca. Al mismo tiempo «palabra»,
«luz» y «cuadro»; es decir, autorretrato, pensamiento e imagen.
Periódico de Poesía. UNAM. Ciudad de México. Nº 73. Octubre, 2014
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