Lo que celebramos hoy, en este acto,
tiene una dimensión singular. En la vida de un escritor sus libros pueden
haberse sucedido con mayor o menor frecuencia, pero solo en una ocasión lo que
se publica es el retrato y el relato completo de una obra. Y este es el caso
especial que nos reúne aquí. Lo que celebramos hoy es la aparición de la
«Poesía reunida» de Toni Montesinos. Y lo primero que nos sorprende es que la
poesía completa de Toni Montesinos, y de ahí su singularidad, no ocupa un
volumen, sino dos. Dos libros distintos, con dos editores diferentes, aunque
curiosamente impresos en la misma ciudad, en Sevilla. Que la obra completa sea
la suma de dos libros diferentes no es lo habitual. Las poesías completas de un
autor son, por definición, el libro que reúne todos los poemas que ha escrito
un autor. Pues bien, las poesías
completas de Toni Montesinos son dos libros. Uno con todos los libros
publicados por Toni Montesinos y otro con los otros poemas escritos por Toni
Montesinos, aunque no firmados por él. Parece un galimatías, pero es una
realidad. Aquí los tienen. Alma en las
palabras (Renacimiento, Sevilla, 2015) y Antología poética del
suicidio (Ultramarina, Sevilla, 2015). Dos libros. Una doble
publicación para un único propósito que escenifica muy bien una de las
condiciones de la poesía contemporánea. Yo diría más, de la poesía moderna. Y
es que la obra poética de un poeta nunca suma uno. Siempre suma uno y pico. Y
aquí lo tienen. Uno: Alma en las palabras,
suponiendo que sume uno. Y pico: Antología
poética del suicidio, los poemas apócrifos de Toni Montesinos. Un poeta es
quien es él y quien ha imaginado ser. Y esa suma, que nunca puede dar uno, le
caracteriza como autor contemporáneo, quiero decir, moderno.
Las obras poéticas que merecen
ser leídas dialogan siempre con la tradición en la que se insertan. No es un
diálogo que escuchemos con frecuencia, porque a quienes hablan de libros cada
vez les ofrecen menos espacio para escribir, y en 300 ó 400 palabras es difícil
no ya hablar de la tradición, sino de cualquier libro que tenga una mínima
complejidad. Pero hoy tenemos tiempo y van a permitirme que especule sobre el
diálogo que la obra de Toni establece con la tradición poética tal como lo
imagino.
Desde el Barroco, donde
posiblemente empiece nuestra manera de vivir, ningún poeta ya suma uno. En el
Renacimiento sí. En el Renacimiento los poetas eran la exaltación del uno:
Garcilaso, Fray Luis, San Juan, Santa Teresa… Su obra siempre suma uno. En el
Barroco, sin embargo, apenas unas décadas más tarde, ya nadie logra sumar uno
en su escritura. Vayan, para comprobarlo, a Wikipedia, lean la definición
estilística de Góngora y a continuación cualquiera de sus letrillas o de sus
sonetos. No se parecen en nada, porque Góngora no era uno, sino tres. Lean los
poemas de amor de Quevedo y sus letras satíricas y díganme si hay amante más
entregado y misógino al mismo tiempo. Y etcétera.
En el siglo XVIII, por seguir el
curso temporal, rara vez un poeta alcanzó a ser uno, casi siempre se quedó en
un cuarto, en medio o en tres cuartos de poeta. Y aun así ni siquiera Juan Meléndez
Valdés pudo evitar sumar en su seno dos poetas de universos opuestos. Pero
prescindamos de estos detalles porque nos aguarda el siglo XIX y la explosión
del Romanticismo. Y la obra de Toni Montesinos establece con el Romanticismo el
primer diálogo directo con su tradición. Comprobémoslo rápidamente. El título
de la obra completa que suma uno es «Alma en las palabras». Y el título de la
obra poética que suma el pico es «Antología poética del suicidio». Ambos de una inequívoca raíz romántica.
El Romanticismo fue la expresión
más exaltada de la poética que solo suma uno. De las palabras que tienen una única
alma. O para decirlo con una exactitud que dé amparo a los dos títulos. El Romanticismo fue la expresión más exaltada
de la poética que, o bien suma uno, o bien suma cero. Si el alma era la
aspiración, el suicidio fue la realidad del siglo romántico.
Pero desde el Barroco sabemos que
la poesía, por más que se empeñe, no logra nunca sumar uno. Y la gran exaltación
del Uno que fue el Romanticismo cobijó en su seno la definitiva disolución del
yo lírico único. Fueron los románticos los primeros que entregaron al Otro la
unicidad del yo. Fisura de entonces que ha provocado en el siglo XX la más
fértil tradición contemporánea, la poesía de la otredad. Los heterónimos
pessoanos, los apócrifos de Machado, los correlatos objetivos de Eliot, el
objetivismo vanguardista o la ciudad de hombre de Fonollosa entrelazan una
densa tradición de poéticas que no consiguen cuadrar la obra en uno. Tradición
a la que se incorpora de dos maneras diferentes Toni Montesinos. Primero, como
poeta-otro en alguno de sus libros, y segundo, como autor de la antología de
suicidas apócrifos. Pero antes de llegar a este punto hay que regresar al
Romanticismo.
Desde el Barroco, habíamos
sugerido antes, la contradicción anida en el seno de cualquier poética. Desde
el Barroco el conflicto de identidad es el epicentro de la escritura. La
Romántica estableció su conflicto de manera diáfana: la aspiración a un yo
único y el desvanecimiento de ese mismo yo al disgregarse. Y aquí, por fin, podemos
empezar a entender la obra de Toni Montesinos como un diálogo con la tradición
romántica.
La obra de Toni Montesinos, a
diferencia de los poetas Románticos, emerge desde un yo con una clara
conciencia de su disgregación. Toni Montesinos es consciente de su
desarticulación como poeta único cuando ya desde el principio atribuye una
buena parte de lo que ha escrito a los poetas suicidas que antologa ahora el volumen
publicado por Ultramarina. Son poemas de un yo que asume una condición
lírica-otra, la de un poeta suicida. Son poemas, por lo tanto, de un yo
disgregado en otros.
Pero también es un poeta con una
clara conciencia de su disgregación cuando escribe la obra que firma con su
nombre. Es una disolución paulatina. En Atlas
de la Memoria (publicado en Caracas en 1998) asoma en dos poemas que
denomina «Reconstrucciones». Escritos ambos el día de sendas muertes, en uno
Antonio Machado evoca en 1939, en Colliure, la pérdida de su esposa Leonor, y
en el otro de Mariano José de Larra traza la senda que le conduce al suicidio.
En este caso no son poetas apócrifos, como los de la antología suicida, sino
poemas apócrifos. Un yo que se encarna en la biografía de un yo-otro, el de
Machado o el de Larra, para hablar desde esa vida-otra del yo que escribe. O
dicho de una manera más sencilla: para expresar su propia angustia Toni
Montesinos encarna la biografía de otro yo desde el cual escribe los poemas
propios. Es, como ustedes pueden comprobar, el primer paso en la disolución de
la unicidad del poeta.
Apela a la capacidad que tienen
las vidas para generar texto incesantemente, también mucho tiempo después de
haber sido vividas. Aunque esta idea la expresa mejor un verso de Atlas de la Memoria:
«Yo creo que su luz
no era luz, sino palabras.»
*
El segundo paso lo dan los libros
siguientes: Labor de melancoholismo
(publicado en el año 2000 aunque escrito seis años antes) y La ciudad
gris (publicado en 2001 y reeditado diez años después).
Ambos están escritos desde la
biografía del poeta —uno desde el sentimiento despersonalizado del amor, otro
desde la experiencia de Dublín—, pero en los dos recurre a un procedimiento
formal de distancia que se sitúa con claridad entre los que asumen la otredad
del sujeto lírico (heterónimos, apócrifos, correlatos…) y que consiste en desarrollar
como propio un estilo poético ajeno. No se trata de una influencia, porque es
una actitud consciente, es una opción literaria, casi programática, ni tampoco se
trata de un pastiche, porque no recrea el mundo del estilo asumido, solo sus
recursos formales. José María Fonollosa en el primer libro y Jorge Guillén en
el segundo le prestan a Toni Montesinos una mirada estilística con la que
empezar a comprenderse. (Gil de Biedma quiso hacer algo similar en su poema
«Las afueras», que tiene por ello una interesante afinidad con La
ciudad gris). No siempre se ha entendido este recurso, que forma parte de
los gestos de la modernidad que buscan desmitificarla. En este caso el poeta
que toma la decisión de adoptar el estilo de otro para construir su mundo salta
por encima de mitos que parecen casi axiomas, como el de la originalidad
absoluta del artista o el de la imperiosa necesidad de ruptura para que una
obra tenga valor. Al contrario de estos tópicos de la modernidad, Toni
Montesinos propuso en esos dos libros iniciales una vía de otredad que refuerza
la consistencia, la fe, en la poesía como fruto de un paso, o de un vuelo, en
una tradición. Aunque esta idea prefiero expresarla con dos versos de La
ciudad gris:
«Como si una gaviota
volara / sin desterrarse nunca».
*
La muerte escondida (escrito a finales de los años 90 y publicado
en 2004) marca un antes y un después en la obra de Toni Montesinos. Es un libro
extraordinario cuya edición no había acompañado hasta ahora su importancia. Y
no quiero seguir adelante sin decir que uno de los valores de esta Poesía reunida que hoy presentamos es
precisamente la reedición de este libro capital: La muerte escondida.
Que es un antes y un después lo dice
el propio poeta, que reitera en los primeros poemas la idea de inflexión, más,
de transformación. Así leemos frases que se refieren a «un alma distinta / al
ayer», «una vida… distinta al ayer» o «al otro yo de antes». Casi un
renacimiento, una vivificación, emerge en este libro central. Y esta súbita
consciencia de renovación, que aparece paradójicamente cuando se asume el
pasado, va acompañada de un léxico que no ofrece ninguna duda sobre su
propósito: «alma», «vida», «yo». A partir de este libro, toda la obra de Toni
Montesinos se regirá por estos tres conceptos: «alma», «vida», «yo». Es decir,
no el poeta-otro-poeta o el poeta-otro-estilo, sino el poeta-él-mismo. La
poesía será lo que traduce al lenguaje una vida (La muerte escondida da el primer impulso al reconocer el pasado
personal —la muerte de la madre en plena adolescencia—, como el germen esencial
de su poética y, tan importante como eso, de su estilo personal de encarar el
poema—, o la poesía será lo que traduce el sufrimiento (Sin, publicado en 2010, que es libro más desolado que he leído
nunca y el grito de mayor desgarro por la pérdida del amor que conduce a la
completa desaparición del ser). O la poesía será lo que traduce, también,
finalmente y felizmente, el gozo (tan presente en la segunda parte del Diario del poeta isleño (2013), titulada
«La Isla de la vida: una mujer», isla que reúne sus dos islas biográficamente redentoras,
la «isla del encanto», Puerto Rico, y la «isla de Hielo», Islandia.
Esta segunda parte de la poesía
reunida, estos tres libros: La muerte
escondida, Sin y Diario del poeta
isleño defienden la idea de poesía que trasluce el título: «Alma en las
palabras». Es decir, la reivindicación del poeta uno: una poesía que desvela y
revela la verdad de una vida. Su alma. Aquel propósito romántico, ¿recuerdan?
Para llegar a este punto, que me
parece esencial en la propuesta poética de Toni Montesinos, hemos dado una extensa
vuelta. Recordemos de dónde venimos. No hay una obra moderna que no crezca
sobre un conflicto de identidad. Los románticos clamaron un yo único y
descubrieron al mismo tiempo las fisuras del yo. Este era su conflicto. El
conflicto de identidad del yo poético de Toni Montesinos, no sé si ya lo están
intuyendo, es exactamente el opuesto al romántico. Toni clamó por un yo-otro,
un yo apócrifo, un yo de estilo ajeno al yo, y fue precisamente ese camino de
disgregación y de despersonalización el que le condujo a una poesía del alma,
una poesía del yo herido o encantado. Del yo que de verdad siente lo que
escribe que siente, por decirlo con una paráfrasis pessoana. Un yo-uno. Único.
Lírico, en el sentido casi Renacentista, garcilasista incluso, de la palabra. Y
ese conflicto entre despersonalización y personalidad es el que otorga a la
obra de Toni Montesinos profundidad y singularidad. Pero esta idea de simbiosis
entre lo exocéntrico y lo endocéntrico quien mejor lo ha expresado, claro, ha
sido el poeta en dos versos donde suenan la dispersión y la unicidad al mismo
tiempo:
«La tierra gira y
gira y los novios son
Dos contrabajos
sonando en un mismo compás.»
*
[Inédito]
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