Pier Paolo Pasolini, Sobre el deporte
Ed. Contra. Barcelona, 2015
Traducción de Javier Bassas Vila
En una entrevista aparecida con carácter póstumo en el Guerin Sportivo —una mítica publicación que continúa saliendo todos los meses desde 1912—, el periodista recordaba «la extraordinaria disponibilidad al diálogo sobre el deporte» de Pier Paolo Pasolini (1922-1975), quien a su vez lamentaba después que por ser considerado un hombre de cultura «Nunca me invitan para dar una conferencia sobre el fútbol, y eso que estoy puestísimo en el tema». Y es una pena que nadie, ni siquiera él mismo, le hiciera ese encargo, porque el resultado sin duda hoy sería un escrito de culto.
Sobre el deporte, como muestran los textos reunidos con acierto en este volumen, Pasolini escribió a vuela pluma, al filo de los acontecimientos, a veces brevísimos sueltos de prensa, alguna polémica, reflexiones siempre circunstanciales, inmediatas. Incluso el texto deportivo que trabajó con mayor intensidad narrativa —«Reportaje sobre el Dios»— quedó al final excluido del volumen de piezas literarias donde tenía previsto incluirlo. Todos estos textos dispares, redactados de un tirón, casi dictados por teléfono al linotipista, están escritos sin embargo con una erudición y un conocimiento sorprendentes, con un criterio meditado y con una sólida concepción de cuantos aspectos afectan al deporte. Pasolini no escribió «la» conferencia o «el» ensayo que exigía su erudición, criterio y pensamiento, pero dejó vestigios de sus ideas en cada uno de los textos, por nimio que fuera el motivo que le llevó a redactarlo. Pensamiento disperso que ahora el lector puede reunir y reconstruir perfectamente. Como un montón de piezas sueltas con el que cada niño ensambla su propio juguete, así cada lector puede idear en su memoria «la conferencia» que le hubiera gustado oírle a Pasolini. Javier Bassas, editor y traductor del libro, lo hace en el postfacio; al reseñista le toca hacerlo en esta página.
Su pensamiento deportivo emerge, como es habitual en Pasolini, a partir de una experiencia biográfica: «Todas las tardes que pasé jugando al balón en los Prados de Caprara (jugaba seis y siete horas seguidas…) fueron indudablemente las tardes más bellas de mi vida». Esta declaración justifica el interés y la atracción hacia lo que ocurra en los estadios durante el resto de su vida. A partir de este punto también el deporte se muestra siempre con dos caras, o dicho de otro modo, como una sucesión de contradicciones. La primera: «El deporte se compone de dos hechos completamente distintos, que no tienen nada que ver el uno con el otro: el deporte que se practica y el deporte que uno ve… un espectáculo». Una dicotomía que reaparece ante cualquier aspecto que se trate: «¿Qué manos van amontonando los enormes beneficios de la pasión de cada domingo? Yo, sobre este punto, me he quedado en el idealismo del instituto, cuando jugar con el balón era la cosa más bella del mundo». Y que explica también la incomprensión que sus ideas suscitaron, como la polémica que generó su irónico entusiasmo por las derrotas italianas para así dejar de esperar del deporte «falsas consolaciones por los bajos salarios».
Cierto interés tiene la segunda contradicción, casi metafísica: con el paso del tiempo percibe que «todo [en el fútbol] ha cambiado, pero los domingos en los estadios son idénticos. Me pregunto por qué…» Una paradoja que también el lector puede constatar: sus dos artículos descriptivos sobre las Olimpiadas en Roma en 1960 —la sesión inaugural y una competición de atletismo— sin los nombres propios servirían para relatar con exactitud las últimas Olimpiadas.
Si el arranque del pensamiento de Pasolini es biográfico, el objeto son las personas. De ahí que hablar de deporte sea, siguiendo la división esencial, hablar de deportistas o de hinchas (tifosi). La paradoja de lo que cambia y no cambia desemboca en una nueva paradoja en los deportistas: constata que en los últimos tiempos «se ha radicalizado, en su mismo cuerpo, el conflicto entre realidad e irrealidad», la realidad existencial de su clase y la irrealidad de «la cultura burguesa de masas, con sus media».
En un segundo capítulo de la teoría del deporte que queda diseminada entre rápidas respuestas a entrevistas y artículos de prensa establece con lucidez las características del «lenguaje del deporte», aquel que «se manifiesta cuando los jugadores expresan una invención». Su gramática del «lenguaje del fútbol» es exacta y válida para comprender su fondo ritual, su condición de sustituto del teatro como «representación sagrada de nuestra época». Si es cierto que antes de Pasolini «En Italia, el fútbol no ha tenido todavía del honor de captar una atención inteligente», él mismo se encargó de enmendarlo.
Pero nunca hay solo pensamiento en Pasolini, y estas crónicas deportivas están trufadas de observaciones de toda índole. Y así, sin pretenderlo, Sobre el deporte es también una antología de estampas sobrecogedoras de la Roma de los años 60. «La vida nocturna… de Roma: una inmensa sala de espera, con un olor de letrinas, lacerante, inmemorial».
No hay comentarios:
Publicar un comentario