VIDA DE UN HOMBRE, de Giuseppe Ungaretti
Ediciones Igitur, Montblanc, 2015.
Tras haber publicado los títulos más significativos de Giuseppe Ungaretti (1888-1970), y haberlo convertido en emblema de su catálogo, la editorial Igitur celebra sus 18 años de actividad literaria con la edición de Vida de un hombre, lema que eligió el poeta italiano para que se recordara su obra completa. El próximo año se cumplirán cien desde la aparición de sus primeros libros y sorprende comprobar que la poética de aquel ciclo inicial que Ungaretti denominó «La alegría» bien podría emparentarse con la escritura de ciertos poetas actuales. La confluencia entre la plenitud léxica de la poesía tradicional y las desconexiones lógicas tanto de la lírica oriental como de las vanguardias de aquel momento, ambas fundidas, favoreció un verso delicado y transparente, pletórico de evanescente realidad. En un poema de tres versos titulado «Noche de mayo» se lee: «El cielo pone en lo alto / de los minaretes / guirnaldas de lucecitas». Esta simbiosis entre lo macro (el «cielo») y lo micro (las «guirnaldas») realizado a través de una personificación («pone») se convierte en un fértil y sugestivo recurso de esta poesía juvenil de 1916. Y también del presente, un siglo después.
Este ciclo inicial recrea la experiencia del soldado en las trincheras de la Primera Gran Guerra e introduce los motivos recurrentes a lo largo de la obra: una arraigada idea de la soledad humana, la impronta constante de lo biográfico, la atención a la naturaleza y al clima o la levedad de las referencias amorosas («El verdadero amor es una quietud encendida»). En los años 30 la escritura de Ungaretti realiza un drástico giro hacia la concentración conceptual y hacia la intensidad hermética. La percepción del tiempo se convierte en el tema central. Los momentos más álgidos surgen ahora cuando lo temporal se funde con la naturaleza en magistrales descripciones «donde el espacio nunca se degrada / por la luz o las tinieblas, u otro tiempo».
El pálpito biográfico cobra el máximo protagonismo en el ciclo siguiente, «El dolor». Dos sucesos van a marcar los versos del pavoroso libro que luce este título: la muerte de su hijo de 9 años, en 1939, y la ocupación de Roma durante la Segunda Gran Guerra. Sobre ambas experiencias desgarradoras, y el nihilismo que provocan («La anonadante nada del pensamiento»), Ungaretti alcanzó la máxima expresión de dolor que es capaz de expresar el lenguaje: «El tiempo es mudo entre cañaverales inmóviles…». Y aunque había escrito «La vida ya no es para mí», y una parte de su obra posterior desarrolla aquel tono póstumo que emerge cuando ya se ha perdido la razón de vivir, la sucesión de años y libros que se extienden hasta su vejez —este será el último gran tema de la poesía ungarettiana— mostrará el lento restañar de las heridas que, aún desde el recuerdo amargo, redescubrirá la vida: «Mi amor por ti / hace milagros, Amor».
El Ciervo nº 753. Agosto-octubre, 2015
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