PRIMAVERA DE LA MUERTE, POESÍAS COMPLETAS (1945-1998),
de Carlos Bousoño Tusquets, Barcelona, 1998
Resulta ya un tópico aburrido mencionar la exigua porción del mercado literario que ocupa la poesía, sobre todo porque oculta que ese presente precario posee, en general, más futuro que las grandes ediciones de novela. Porque, dentro de treinta (o cien) años, ¿quién va a valorar un libro cuya primera edición fue de doscientos mil ejemplares?
Hay además otras razones más profundas para ese futuro: la novela se lee en su momento (¿quién lee hoy novelas de hace tres años?), pero la poesía no solo se relee, sino que su conocimiento exige una familiaridad con toda, absolutamente toda la tradición que precede a cualquier lector. De ahí que, en ocasiones, la necesidad de leer un libro de poesía surja muchos años después de escrito y publicado. Las frecuentes recopilaciones de «obras completas» cumplen esa doble función de relectura y de perpetuar su propia tradición con todos los matices que han existido. Este volumen de Carlos Bousoño (1923-2015), tan cuidadosamente editado, cumple ambas funciones de manera espléndida.
En toda recopilación de obras hay siempre pequeñas variantes o mínimas supresiones. Antonio Machado, por ejemplo, supo quitarle al poema VII de sus obras completas (el que empieza «El limonero lánguido suspende») dos versos escabrosos que aparecían en su primera edición: «... en las paredes / blancas agarra desgreñada higuera». Algo diferente es lo que se propuso Juan Ramón Jiménez al intentar revisar toda su obra poética reescribiéndola de nuevo en un proyecto que sólo se conoce en parte: Leyenda (1978). Carlos Bousoño se encuentra, en esta Primavera de la muerte, muy cerca de las pretensiones de Juan Ramón. Son, de hecho, unas Poesías Completas Otras puesto que el autor no se ha limitado a reunir libros sino que los ha vuelto a escribir: muchos poemas de las ediciones originales han desaparecido, otros pierden estrofas o las ganan, y en casi todas los versos se advierte la mano del autor que revisa, corrige, añade, suprime... Algunos textos aparecen por primera vez en los libros antiguos, multitud cambian de lugar y aun se ordenan en otros títulos... Lejos de arrinconar los viejos volúmenes de Bousoño en los estantes, estas Poesías Completas animan a recuperarlos por ver cómo el poeta ha intervenido en su poesía en el curso del tiempo, puesto que de eso se trata. Frente a los poetas que conciben el poema escrito como una entidad incuestionable, Bousoño entiende la tarea de la escritura como un continuo ejercicio de actualización de toda su obra. De hecho sus ensayos han ido creciendo y enriqueciéndose en las sucesivas ediciones siguiendo un camino similar. El último poema del libro luce el significativo título de «Testamento» y éste tal vez sea el sentido último de este libro: la reescritura final de su obra.
Hay en la obra de Carlos Bousoño un conflicto fundacional. Por una parte existe una concepción de la poesía como pensamiento, como ente intelectual que no sólo expresa ideas, sino que las transmite con el lenguaje duro de la filosofía; y frente a esta, una sensualidad sin límites, que en ocasiones roza lo irracional, puja por conquistar el poema. Este cruce entre mente y sentidos se observa incluso en el título: si la primavera evoca lo sensorial de su poesía, muerte señala la obsesión filosófica más relevante. Estas Poesías Completas contienen libros excepcionales como Subida al amor (1945), en especial los «salmos», o como Oda en la ceniza (1967) y en su conjunto pueden leerse como una crónica fiel de lo que ha pretendido la poesía en la segunda mitad del siglo XX.
[El Ciervo nº 576 Marzo de 1999]
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