Lectores
y amigos de Javier Lostalé (1942) conmemoraron en junio el octogésimo
aniversario del poeta con la edición del libro En su hondo resplandor (Revista Áurea y Polibea, 2022), una
recopilación de textos y poemas en su homenaje de casi un centenar de
escritores de todas las generaciones, desde el nonagenario José
Corredor-Matheos hasta los 19 años de Mario Obrero. Y ahora el propio autor es
quien lo celebra con la edición de Ascensión
(Pre-Textos, Valencia, 2022), su noveno título desde que en 1976 publicara
el ya legendario Jimmy, Jimmy. Casi
cinco décadas de poesía, y no solo a través de la escritura, sino también entregadas
a la lectura y comprensión de otros poetas, clásicos y contemporáneos juntos, a
través de su dedicación al periodismo cultural, y en especial, al radiofónico.
Si Jimmy,
Jimmy, como lema al frente de un libro, sonaba como grito —también
generacional— de entrada en una realidad que se exigía más compleja y múltiple
de lo que había sido, Ascensión
recoge toda la tradición mística de la palabra para aplicársela al principio
impulsor de una vida, el amor. Un
suspiro de abandono de una realidad contingente y amorfa en favor de una
experiencia de la vida, aún posible, de plena y absoluta elevación espiritual y
amorosa.
La aspiración idealista ha sido una
constante en los últimos libros de Javier Lostalé, y relevante es el esfuerzo
del poeta por ubicarla en el tiempo y en los espacios de una biografía real. La singularidad de este libro es
el abandono de este propósito, pero no de su aliento germinal. Hasta en seis
ocasiones a lo largo de los poemas se repite, como estribillo global del
conjunto, una constatación que se afirma ya desde el tercer verso del primer
poema: «sin tiempo ni espacio». Como lo es la «transparencia» vivida de una
«entrega». «Sin espacio ni tiempo», como invade el «deslumbramiento…/ de otro
ser». Un «corazón / que continuamente florece / sin tiempo ni lugar». Porque
«el tiempo se desnuda» en la «plenitud… / para aquellos que un día se amaron».
«Pues tiempo y espacio / desaparecen» si «un ser te concibe / hasta entornarte
en su alma». En suma, una sublimación de la experiencia amorosa, «tan pura /
que sin tiempo ni espacio / precede a tu propia experiencia». El proceso de ascensión mística cumple, con la
liberación de las coordenadas del vivir mortal, un ciclo completo desde la entrega (vía purgativa), pasando por deslumbramiento (vía iluminativa) y
culminando en la pureza donde se
funde toda experiencia para desaparecer y al mismo tiempo emerger como única
experiencia vital, la amorosa (vía unitiva).
Este idealismo absoluto como
interpretación del ciclo vital, emparentado con un proceso místico de la
devoción amorosa, no olvida su amarga contrapartida, otra constante en la obra
poética de Javier Lostalé, la conciencia de la soledad esencial del ser humano.
En el poema «Clausura», la meditación sobre la naturaleza y sus metáforas
amorosas le hace consciente, a la segunda persona con la que el poeta suele
expresar su lirismo, de «que al respirar su enigma / tu corazón se purifique /
en el incendio más solitario». El amor es un camino que se emprende y vivifica en soledad. Pero también la
soledad posee una dimensión menos abstracta, más humana, como consecuencia
necesaria de este idealismo amoroso absoluto, que el poeta no ha pretendido nunca
ocultar. El final del poema «Oculto» resulta emblemático de una conciencia de
derrota ante las aspiraciones ideales que han convivido con la propia exaltación,
como dos caras de una misma moneda: «Pronunciaste muchas veces amor… / En
latido siempre oculto / enfermó tu corazón / hasta navegar solitario / como una
estrella sin destino».
Los acentos de esta contrariedad, al
tiempo que definen su desazón, muestran certeras notaciones de lo paradójico en
la raíz de las idealizaciones. El poema «Fuga» reconoce que «Quien nadie espera
/ pronuncia en silencio un nombre / y lo abraza hasta escucharlo» y «se le
vuelve compañía». Es difícil describir con mayor exactitud el amor ideal, aquel
que «Siempre despierta de un sueño / en el que nunca estuvo». O la
contradictoria afirmación que subyace en quien espera su renacimiento como ser
amado con una sorprendente actitud ante la expectativa: «Ser un príncipe de
nadie / es la aventura más hermosa».
En su conjunto, Javier Lostalé ha
querido celebrar la lucidez de su edad con un libro solo inspirado en las
esencias. Ya no es tiempo para dedicarlo a conflictos con la realidad ni a contrastes
con las contingencias del espacio. Es la hora de la introspección mística, la que traza el camino que se
ha vivido como una verdad que se comprende, que se reitera y que se sublima a
la vez que se revela la contrariedad y la inarmonía, también esenciales, con las
que se ha experimentado esa verdad como «un explorador ciego / que en su
travesía / no ve nunca su mentira».
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