Tuvimos. Rosa Lentini
Bartleby Editores: Madrid, 2013
Languidece la costumbre de los
prólogos insignes en su inutilidad de desganado golpecito en la espalda. A
veces ni siquiera una tipografía inflamada logra alcanzar el disfraz de una
página de libro. Jenaro Talens, prologuista de este volumen, parece rehabilitarla
convirtiendo el suyo en un ensayo sobre el libro de Rosa Lentini (1957). Y bien
pensado, tal vez acierte. La desaparición de la crítica en diarios y revistas,
a veces también estos mismos, deja huérfanos de exégesis libros que no solo lo
merecen, sino que lo necesitan para establecer su razón de ser en la historia
literaria. Tal vez con este volumen se inicie la tradición de publicar la
poesía con crítica incluida.
Talens ofrece las dos claves temáticas de Tuvimos: un «auto-biografismo difuso»,
pese a lo concreto de las constantes referencias a los miembros de la familia,
y «una mirada» que claramente se sitúa «en la actualidad». El latido inesperado
del presente —como el aleteo del ave que levanta el vuelo sobre la estampa a
punto de ser absorbida por la memoria en el último poema— es, de hecho, el
protagonista de un libro que se inicia desde su título con un pretérito —y,
sobre todo, con un aspecto perfectivo que significa más que la raíz del verbo—
y recuerda, evoca, añora o maldice figuras de una historia personal. Esta
introspección es la que en el poema «Clase de anatomía», por ejemplo, propicia
en su final el hedor «de humedad y bulbo reseco / de esta tardía primavera»; es
decir, pasado y memoria se presentan sin idealismo que les enmarque ni
nostalgia que los resguarde, son fuerzas que gravitan sobre el presente donde
el poema prende: «aunque el tiempo en que tememos ser desalojados / sea el que
sostiene la vida / y el centro esté aquí, / lleno de deseo y ausencia».
La
escritura de los mejores textos de este libro —que son unos cuantos— alterna
tres tonos discursivos. Suele arrancar el poema con un ágil ritmo descriptivo,
o narrativo, subrayado por la mención explícita del protagonista (sea la madre,
el padre…), que de repente se detiene en versos con vocación —y resolución—
gnómica («Nada es más maleable que un niño y nada lo es menos que un niño
blindándose» o «Una opción contiene a otra / la vida que llevamos nos lleva»,
que son solo dos meros ejemplos). A partir de cierto punto, el poema abandona
los referentes concretos, se desentiende del factor comunicativo del texto, y
cobra un tono alegórico con el que Rosa Lentini alcanza una sutilidad de
pensamiento poético de gran —y estremecedora— altura: «Pienso entonces en cómo
/ reciben a los nuevos inquilinos / los objetos abandonados tras la mudanza. /
Así observan los muertos a los vivos».
Este
dibujo alegórico creado a partir de las relaciones familiares, que Talens
califica como «difuso», es la mayor fuente de significados del libro, puesto
que permite que el lector abandone los datos familiares concretos y recree otras
interpretaciones, también latentes en los versos. Desde la sociológica hasta la
metafísica. Porque Tuvimos encarna la
voz de los hijos indefensos frente a los padres ensimismados, una metáfora en
carne viva de lo que tal vez sean muchas adolescencias y juventudes de hoy,
tantísimos conflictos familiares y quizá la sociedad misma: «antes de que ellos
pensaran / tener hijos o hacerles daño, / antes de que pudieran tenerse / el
uno contra el otro». Y al mismo tiempo el libro se yergue como una reflexión de
hondura metafísica sobre la atemporal y alineal
construcción subjetiva del tiempo: «yo misma… / una partícula de
significado anterior a la vida».
Quimera, 363 Febrero de 2014
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