Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

lunes, 10 de septiembre de 2018

Visita a Ana Becciu


LA VISITA Y OTROS LIBROS, de Ana Becciu 
Bruguera, Barcelona, 2007 

El día que un historiador quiera compendiar la aventura de la poesía argentina desde mediados del siglo XX, tal vez desfallezca persiguiendo libros e itinerarios biográficos por todo el planeta; pero el crítico que busque armonizar sus signos literarios —una vez descubiertos poetas y libros, ardua tarea del historiador—, pronto descubrirá la materia común que la nutre. Acaso una de las más cosmopolitas en su formación, con una mayor apertura hacia influencias de toda índole y con una gran dispersión geográfica, la poesía contemporánea argentina se ha desarrollado con una paradójica cohesión estilística, incluso pese al desconocimiento mutuo de los autores en el laberinto del exilio. La esencia de esta unidad en la diáspora ha sido la construcción de un lenguaje literario —y como tal, una elaboración artística— con hondas raíces en la lengua hablada. No en el coloquialismo, que es otra cosa y que está prácticamente ausente de esta tradición, sino en la extracción de las marcas sintácticas y léxicas dominantes de la riqueza incesante de la lengua hablada, a veces a gran distancia de las convenciones de la lengua escrita: «y ahora no sé adónde más ir / … / vamos a decirles que estamos hechas de irnos de irnos, / que estamos, a pesar de todo este irnos.» Este es un elemento esencial en la poesía de Ana Becciu (1948), escrita en Inglaterra, Francia, España… en una vida de continuo «ir» a otra parte desde que las circunstancias históricas le hicieran abandonar Argentina a los 28 años.
    La visita y otros libros presenta dos alicientes. Reúne la obra completa de Becciu y le añade un nuevo título inédito, escrito en los últimos veinte años. Así pues, esta edición es una oportunidad para reivindicar el libro central de su poesía: Ronda de noche (1987). Se trata de una de las indagaciones más comprometidas y al tiempo estremecedoras sobre el amor, que parte de concebir la soledad como la esencia de lo amoroso: «Yo elegí estar aquí, no elegí la soledad, pero iba implícita. Y estar es todo lo que me queda», «En el amor, ella es la preparación para la falta de ella.» Con los años Ronda de noche habrá de convertirse en lo que ya es —aunque tenga también otros atributos—, un emblema del amor entre mujeres: «ven a mi amor que es esta pasión, y no tengas miedo de la pasión porque nunca será la pasión de ellos, sino la nuestra, cómo te lo podría explicar, una planicie cultivada por dos ríos, una floración de aguas de todos los colores en el puro frotarse de nuestros vientres a la hora de ser una, toda, la hora lila.»
    La visita adensa, por una parte, esta línea poética, a veces con despojamiento («el deseo /…/ es / una sola / que abrasa / la tierra / ardida»), otras con poemas narrativos, como el espléndido «El marido». Y, en paralelo, desarrolla el argumento implícito en el título: el regreso a lo que dejó en Argentina a su salida: una lengua, una madre y una historia compartida. Estos tres asuntos estructuran, entrelazados, el nuevo libro de Ana Becciu. En el círculo más amplio, La visita contiene una lúcida reflexión generacional sobre la reciente historia argentina y su diáspora: «cómo se hace entonces para decir que no estamos, / que nos fueron, nos pusieron / un paréntesis entre nos y otros.» En el más inmediato, el libro es una vuelta a la madre, poco autocomplaciente («Mamá. Qué difícil escribirte. / Siempre voy tropezando») y nada idealizada («Una mamá es una promesa de ausencia») que desemboca en una agria revelación del dolor: «No nos quieren. / Al dolor nadie lo quiere.»

[El Ciervo nº 676-677. Julio, agosto de 2007]

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