En una
nota al final del libro, Rosa Lentini (1957) informa de que Fuera del día (Bartleby, Madrid, 2022)
concluye la trilogía poética que había abierto Tuvimos en 2013 y había continuado Hermosa nada (2019), es decir, una década de escritura a cuyo
conjunto la autora ofrece ahora un título: «Hablando de objetos rotos».
Enunciado que acierta a enmarcar el sentido global, que habla en lugar de callar —un verso de este libro aún recuerda que
«al final, la pregunta hamletiana fue / ¿contarlo o no contarlo?»— de lo que
quedó —en la memoria— truncado, es decir, como recuerda otro verso, los «secretos
de familia».
El movimiento dominante en la trilogía,
en coherencia con su propósito, fue el de focalización sobre personas y
acontecimientos del pasado familiar. Un ejercicio que consistía en cercar los
significados y cerrar sobre ellos la
escritura. Para ser exactos habría que señalar que en este gesto de concreción
casi arqueológica la poeta siempre mantuvo dos puntos de fuga, uno hacia el
presente desde el que escribía, y otro hacia el valor humano genérico de cuando
describía. Pero el movimiento poético era claramente de cierre del plano del
poema en el entorno donde se infringieron las heridas iniciales (incluso antes
de su propio nacimiento). Algunos poemas de este libro mantienen esta misma
perspectiva. La trilogía ha dotado a Rosa Lentini de una maestría indiscutible
en el retrato de personajes y de situaciones. Ejemplar en este aspecto es
«Cartografía de una madre», estremecedora estampa de una mujer «sumida en el
sueño de belleza / para un marido siempre ausente». Y también «Sueño del dios
caído», que arranca con la «decisión / de ocuparse solo del hijo» y siguiendo
el estribillo de «más para él, todo para él» esboza un relato inmisericorde de
la vida entera del «hijo» mimado, edad a edad.
Ambos poemas citados son el núcleo
significativo de las dos primeras secciones del libro, dedicadas a la «madre» y
al «hijo», y son también los textos que establecen el anclaje de este libro en
la trilogía a la que pertenece: el no seguir callando las heridas. Sin embargo,
lo que caracteriza la mayor parte de los textos, y el tono general, no es esta
focalización de la memoria, sino el movimiento opuesto. Fuera del día está escrito, de principio a fin, como una apertura significativa.
De hecho, como la máxima apertura temática de la poesía en su propósito de hablar los tiempos quebrados.
Este movimiento es, en primer término,
un cambio de óptica. La focalización permitía una dicción sobre el pasado con
una espléndida concreción, que se mantiene en los poemas que continúan esa
escritura en el libro; como mero ejemplo basta recordar la admirable precisión
con la que Rosa Lentini dibuja un instante de la vida de su madre: «hay una
leve inquietud cuando el diminuto fórceps / moldea sus pestañas, / sorpresa
cuando las postizas emergen / de una cajita ovalada de plástico azul, / —y ese
rictus en la boca al colocárselas—». El gesto poético de abrir el campo sobre
el que se escribe tiene como primer efecto transformar este tono dominante en
una dicción de mayor abstracción, que siempre
ha estado presente en la obra de la autora, pero que ahora cobra protagonismo
de la mano de una decisión temática que remonta no solo la vida familiar, sino
la propia vida biológica: «Piedra del deseo, / espejo del antes de mi
gestación, / te pido un cambio / en la cartografía de despojos / un código más
seguro, / cada uno de ellos / hermoso y seguro, / cada uno / a salvo del otro».
Y el campo no se conforma con este ensanchamiento histórico, sino que se remonta a estadios naturales perdidos en el
tiempo: «Hace mil primaveras éramos esponjas, / cientos de tallos eclosionando
al unísono, / el calor rojo de la cera caliente». Una abstracción que no la
provoca el lenguaje, sino que es el reflejo en la escritura de la máxima
apertura en la descripción. La poeta no oculta su propósito de descubrir ahora
el sentido de lo vivido no solo en los vestigios de la memoria concreta, sino también
en las tramas simbólicas de la memoria fantástica: «tus imaginarios / pero
terrestres animales mágicos / como la única certeza en ese ideograma / la vida».
Los cuatro versos citados en el párrafo
anterior cierran un libro dentro de Fuera
del día, integrado en él, que carece de título, solo lo identifica la
numeración de los poemas, pero se erige en su epicentro. Se trata de diez
poemas sobre la amenaza de la enfermedad en los que se ejemplifica de manera
casi didáctica el proceso de ensanchamiento de la visión poética desde el plano
de la realidad, una cirugía, pasando por las fábulas de la cebra herida por el
león o la de los lobos, remontando por la historia natural («Dos especies de
planta y pájaro / evolucionando al unísono / para ayudarse a sobrevivir») o por
la imaginación cultural («Silenciosas amazonas galopan en la costa») hasta
alcanzar a descifrar el propio dictado de lo incomprensible y sus «distintos
presagios para el futuro», es decir, «la única certeza» que existe en el legado
de esa escritura ininteligible que es la vida.
[Letras 21 | nuevatribuna.es | 10 de marzo de 2023 | Enlace]
No hay comentarios:
Publicar un comentario