La voluntad del último poema del libro es ofrecer una clave para la comprensión global del libro que se acaba de leer. En él se evoca, desde un tiempo de decadencia y soledad, los momentos álgidos de un amor y de una vida, que se había vivido para alcanzar esa satisfacción pero que, después del cénit, la vida continuó su curso, ahora camino del deterioro. El libro habla de este tiempo sin prestigio, casi sin memoria, bien porque lo haya estancado una espera, bien porque haya pasado ya irremediablemente su plenitud. Hay un acento elegiaco, pero que no prende en la desaparición, sino solo en su presentimiento. En el presagio de las ausencias, que es el asunto de los primeros poemas del libro.
Este tiempo desacreditado se ubica en lugares también sin prestigio. Lugares olvidadizos. Sin ninguna posibilidad de que prenda en ellos un tema poético. Lugares de paso, desposeídos de carácter, intercambiables, desmemoriados. Estos espacios plantean siempre una poética a contracorriente de la poesía, de la belleza y plenitud a la que su esencia aspira. Es una poética que trata de reflejar el envés de su impulso, es decir, aquello que en la vida se desprecia por su escaso valor simbólico y emocional. Una poética de la calderilla, de lo precario y fugaz. Esta es la concepción del tiempo —redundante— y del lugar —efímero—. Los motivos concretos de los poemas tienden a la dispersión. Algunos parten de referentes de la cultura (obras de arte, vidas de escritores…), aunque la mayoría tienden a concentrar en pocos versos un relato singular, con sus propios personajes (unas veces desde el monólogo dramático, otros desde la tercera persona) y con su propia condición lírica. Se podría decir que cada poema construye un sujeto poético con una personalidad diferente. No existe un poeta que expresa sus sentimientos en los poemas, sino poemas que crean su propio universo sentimental mediante historias evocadas con pocos trazos, los que permitan adensar en los versos una experiencia singular de la existencia. Poseen muchos poemas un germen narrativo, pero les diferencia de la narración una clara voluntad simbólica y un lenguaje impresionista que hace avanzar el relato a través de elipsis y connotaciones, lejos de las concatenaciones de una trama.
[Inédito]
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