Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

lunes, 27 de mayo de 2019

Ada Salas | Breve informe y crónica



I
El nombre de Ada Salas (1965) destaca en cualquier revisión de la poesía contemporánea, pues, como afirma Álvaro Valverde, «En el panorama [de la poesía actual] pocas obras más vertebradas, rigurosas y coherentes, más fieles a sí misma (y a sus ideas sobre poesía) y más ajena a las veleidades de la moda, que la de Ada Salas». Sin lugar a dudas, también, la obra de Ada Salas se impone de inmediato como la figura que mejor ha interpretado en España el legado poético que inauguró Stephan Mallarmé, que practicaron Giuseppe Ungaretti y Eugenio Montale, y que en las letras españolas del siglo XX gozó de la contribución señera de José Ángel Valente, la conocida como «poética del silencio».
     Una poesía, la de la tradición a la que se incorpora Ada Salas desde sus primeros libros, en la que lo que no se dice, el silencio, resulta tan importante como la palabra. Una escritura de máxima condensación en la que una parte conduce siempre hacia un todo. Un quehacer poético exigente en el que prima la excelsa labor de selección para que el lector sienta que cuanto lee es solo lo absoluta y estrictamente necesario para expresar un contenido. Una poética que es, en sí misma, la quintaesencia de la propia poesía.
    Tras certificar la adscripción estética de la poeta a esta tradición moderna, como diría Octavio Paz, hay que anotar a continuación que, por una parte, en sus versos Ada Salas ha reaccionado contra una lectura superficial del concepto del silencio. «Cómo hacéis del silencio un débil fondo / plano» ha escrito en un poema de Esto no es el silencio (2008), el libro con el que ha buscado dotar a esta poética de una complejidad y de una profundidad que excedan cualquier hábito expresivo consolidado, incluso los tipográficos de raíz mallameriana. Es decir, que Ada Salas se ha propuesto, desde dentro, revisar, ahondar e impulsar el crecimiento literario de la poética del silencio.
      Ada Salas se dio a conocer a finales de la década de los 80 con un primer libro que mereció un premio universitario, Arte y memoria del inocente (1988), y a partir de este momento publicó sus siguientes libros Hiperión: Variaciones en blanco (1994), La sed (1997), Lugar de la derrota (2003), Esto no es el silencio (2008) y una recopilación antológica de sus cuatro primeros libros titulada No duerme el animal. Poesía 1987-2003 (2009). Después han aparecido Limbo y otros poemas (2013) y Descendimiento (2018) en la colección Cruz del Sur de la editorial Pre-Textos.
     Junto a los títulos de su obra en verso hay que destacar también la publicación de dos volúmenes ensayísticos con las anotaciones y reflexiones sobre la dedicación a la poesía y sobre su figura más emblemática, la metáfora: Alguien aquí. Notas acerca de la escritura poética (2007) y El margen. El error. La tachadura (de la metáfora y otros asuntos más o menos poéticos) (2010).
     La poesía de Ada Salas se caracteriza por la sorprendente claridad conceptual de su contenido, por el carácter diáfano de su selección léxica, por la precisión de las sensaciones evocadas, por la multiplicidad de voces que dialogan en los poemas y por la expresión esencial de un universo poético construido con personalidad desde sus inicios. Los temas que lo vertebran son el amor, la muerte y la creación poética, junto a un tema transversal que recorre toda su escritura, el dolor.
    Es una poesía que, pese al rigor de erguirse como una poética del conocimiento, invita siempre al lector a su desarrollo. Pese a su vocación de vértigo y misterio, implica al lector en un proceso textual iluminativo, dialoga con él y le reconforta. Tal vez por ello desde su primer libro cada uno de sus títulos ha sido saludado con entusiasmo por la crítica. El prestigio reverencial que su obra ha concitado entre el público lector es unánime y en la prensa o en las redes sociales abundan muestras de tan favorable opinión.

II
Lectura de los poemas de Desprendimiento por Ada Salas en la librería Animal Sospechoso. Una pantalla y se verá dentro una imagen de la tabla de Rogier van de Weyden. Sonará un oratorio barroco, el modo que los poemas tienen de construir su decorado. Cuando aparezca la voz dándoles cuerpo, se quedará la pantalla en blanco, el altavoz sin sonido, que no lo necesitan. Ahora la poeta habla de cómo empezó a escribir su libro. No se propuso en ningún momento, dice, evocar con los versos la pintura. Solo, al escribir, trazaba lo escrito un cuerpo inerte. No pretendía tampoco ahondar en su sentido religioso. En las manos de quienes lo descendían era un cadáver sin lugar donde ser sepultado. Un pesar que quiere que lo entierren en palabras. La imagen dibuja, de súbito, una diagonal en el recuerdo. Ada se levanta, dice, y en los estantes encuentra un volumen grande, papel satinado, brillo en los colores. «El descendimiento. Óleo sobre tabla». Le va a acompañar en la ardua travesía de la escritura. A veces el cuadro aparece, desaparece. En ocasiones hablan los personajes: José de Arimatea, María Magdalena… Oír estos nombres es destapar un tarro para oler en las lecciones de la infancia la lección de poética que Ada Salas imparte antes de leer los poemas que la han escrito.
      La primera vez que vi este cuadro, dice, tenía diez, once años. Una profesora nos proyectaba en clase imágenes de cuadros famosos del Prado. No nos explicaba nada, dice, solo decía: «El descendimiento. Van de Weyden». Fue mi primer contacto con la pintura, sigue, también con la música. Venía a clase con un tocadiscos portátil. Ponía una pieza, decía: «Beethoven. Cuarta sinfonía» y en silencio la clase escuchaba el fragmento que elegía. Fue el primer contacto que tuve con «El descendimiento», cuenta, y en aquel momento me impresionó. Una impresión que recordaba, dice, cuando años más tarde lo vi en el Prado. Con esta reminiscencia me gustaría escribir ahora un texto nada elíptico sobre la deserción en la enseñanza de la alta cultura, bien por indebido exceso de información, bien por voluntaria sustitución trivializadora en aras de la facilidad, pero creo que ya todo queda dicho en el recuerdo.


[Inédito / Diario 2019]

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