Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

viernes, 27 de agosto de 2021

El desvelo | «Sacrificio», de Marta Agudo

Marta Agudo, Sacrificio
Bartleby Ed. Madrid, 2021

A observar cómo la angustia penetra en el lenguaje dedicó Maurice Blanchot (1907-2003) el primero de sus títulos de crítica literaria, y aunque el conjunto de trabajos parciales que reunió con este propósito no realizó descubrimientos notables, si anotó en el preámbulo al libro la que tal vez sea la sutil diferencia que existe entre torpeza y literatura: «El escritor no escribe para expresar el desvelo que es su ley. Escribe sin meta, en un acto que posee, sin embargo, todas las características de una composición meditada y cuyo desvelo requiere, en todo momento, su realización». Ha de ser tenida en cuenta esta observación en la lectura de Sacrificio, cuarto título de poesía de Marta Agudo (1971). Un libro que no trata, no ilustra, no argumenta su desvelo; este se realiza en el curso de la escritura.

         A la enfermedad la poeta había dedicado su libro anterior, Historial (2017), en el que el asunto central cobraba corporeidad casi narrativa: «El día quince de mayo a las doce y media salió de la consulta con las palabras “enfermedad sin tregua”». Así empieza el primer fragmento del libro; el segundo, «Y me nombras, enfermedad», convierte el asunto central en personaje de una dramatización. Sacrificio da un paso más allá, en el sentido que Blanchot había sugerido para el modo cómo la angustia se manifiesta en el lenguaje: «No es un estado, es una condición. / Estar enferma. / Puro centro, puro milímetro donde asentir lo humano». La escritura ha dejado de ser el objeto de una estrategia poética; ahora es la encarnación misma del desvelo, de la «enfermedad».

         Esta «condición», que por serlo no distingue entre «estar enferma» y escribir, tiene desde la primera frase del libro otra dimensión: «Volcada hacia fuera: extensión de la forma». La forma remite a la escritura, pero la actitud que la anima procede desde «fuera». Este exterior se remonta, en los poemas siguientes, al origen mismo («aquel soplo inicial», «Uno a uno lloramos al nacer»), hasta la afirmación calderoniana de la ascendencia: «Sin más juicio que nacer…» (la primera de las citas que amparan el libro es, claro, de Calderón: «que delito cometí / contra vos naciendo…»). La dimensión en la que se inscribe Sacrificio es la de la tragedia clásica, donde el héroe trágico es inocente del mal que padece. Aunque la mitología contemporánea prefiera desatenderlo, la enfermedad continúa siendo el eslabón que actualiza a los grandes clásicos griegos: la ferocidad de una condena que es enteramente ajena a la responsabilidad individual, la gran innovación de la civilización cristiana.

         El libro avanza fiel a esta condición en la que enfermedad y escritura se funden, o mejor, se cumplen. El recorrido es arduo y Marta Agudo lo realiza con una clarividencia inapelable: «Habito en la circunscripción del miedo». Los motivos esenciales del desvelo se suceden con lúcida sequedad, desde la transfiguración de la experiencia que padece el enfermo («aquí una vía no es rumbo, sino maniobra para pretenderte / inmóvil»), hasta el aprendizaje y la convivencia con las postrimerías: «Dame la postura de la muerte, su estudio preparatorio». Sacrificio es una estremecedora meditación en la que su autora, Marta Agudo, encarna en la escritura poética la esencial fragilidad y desamparo frente a su naturaleza del ser humano.


[Clarín nº 154. Julio-agosto, 2021]

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