Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

sábado, 17 de noviembre de 2018

Cristina Peri Rossi y la teoría del sarcasmo



PLAYSTATION, de Cristina Peri Rossi 
Visor, Madrid, 2009 

Que Cristina Peri Rossi ha querido situarse en el territorio de la impostura lo sugiere ya el título: Playstation. Es posible que muchos lectores no sepan con exactitud qué es una «Playstation», o la relacionen con el uso que han de pautar y controlar a los hijos si esperan algo de sus estudios, pero todos comprenderán este nombre como un lugar en las antípodas de la literatura. Una impostura: «cuando dejaba de jugar con la playstation / y buscaba un libro para leer / todos eran tristes / contaban cosas horribles de los seres humanos». Porque —concluye la escritora— «La literatura es un residuo, / un excremento de la vida». En otro poema cuenta que ha regalado los «ocho mil volúmenes» de su biblioteca, quizá porque, a su entender, «Sólo leen los deprimidos / para confirmar su depresión». El silencio pende como una amenaza sobre la escritura contemporánea con este mismo argumento: la súbita conciencia de la incapacidad de la literatura para revitalizar e intensificar la vida. La disolución del sujeto y la pérdida de su universo temático dejan al poeta camino del vacío... o de la impostura. Peri Rossi ha llenado su deriva al silencio —acaso insoportable o simplemente inaudible— con ecos: ha convertido en tema de su libro la cotidianidad del poeta. Los poemas narran las anécdotas ocurridas en la traducción de sus títulos, en las entrevistas, en las lecturas a las que es invitada, en la entrega de premios, en la relación de amor y odio con su editora o en la convivencia con los vecinos de su barrio. Lo hace con gracia y oficio. Entretiene como un chisme. Hasta puede que sea «comercial» —aspiración al parecer de sus editores—. Sólo queda en el aire una duda flotando: ¿hay que escribir poesía para contar la lamentable vida cotidiana de un escritor? ¿Es una frontera esta que la poesía debe cruzar en su camino de desacralización y desposesión del sujeto?
    En cierto poema la escritora se encuentra con su profesor de filosofía en un sex-shop. De hecho, interrumpe sin quererlo el paso del experto en Leibniz y Hobbes hacia las cabinas. Ambos mantienen, sin embargo, el mismo diálogo intelectual sobre sus lecturas que podrían haber sostenido en los pasillos de una facultad. El texto sitúa ahora el tema —la vida cotidiana del poeta— en un territorio donde la impostura emerge del propio género: el sarcasmo. Los aciertos de este libro aparecen cuando la escritura se sitúa de lleno en este tono, y, sobre todo, cuando abandona la obsesión metaliteraria: «En el tren pusieron una película detestable / de modo que me dediqué a mirar / la especulación inmobiliaria». Una de las corrientes más fértiles de la poesía contemporánea española tiene que ver precisamente con este tono sarcástico: Roger Wolfe, Manuel Vilas o Francisco Alba —cada uno con su bagaje estilístico propio— son buenos ejemplos. No es rara, tampoco, esta confluencia generacional en un contexto en el que las ideas literarias han dejado de erosionarse a la velocidad de las vidas.
    La impostura y la ridiculización de la literatura como tema tiene cierto encanto: se lee en un libro y el lector «comprende» los juegos irónicos. Los libros, sin embargo, a veces contienen otros textos —paratextos los llaman los críticos— que no son poemas. Uno de estos cuenta que este libro obtuvo un celebrado premio —cuantioso: estará contenta la escritora— concedido por un jurado donde aparece el nombre de un poeta que mereció unos meses antes otro premio —tan cuantioso como este, o más— donde Peri Rossi actuaba como jurado. De esto no habla en Playstation, pero podría haberlo hecho, porque parece una espléndida impostura.

[El Ciervo nº 699. Junio, 2009]

No hay comentarios:

Publicar un comentario